En México, muchos hemos escuchado la frase popular de ‘no heredes problemas’ cuyo significado se interpreta como la invitación a otorgar un testamento. A pesar de la sabiduría popular y otras iniciativas más formales como “el mes del testamento”, la realidad es que la gran mayoría de mexicanos no tienen un testamento ni tampoco ningún tipo de voluntad o plan serio con respecto al final de la vida. Solamente 1 de cada 10,000 mexicanos (así como lo lee) cuenta con una voluntad anticipada a pesar de que la ley sobre el derecho a muerte digna tiene casi 15 años en el país. Solamente 4 de cada 100 familias cuentan con el beneficio de un plan funerario y la lista sigue… más del 70% de las personas morirán en circunstancias distintas a sus expectativas y más del 60% de los familiares consideran que el ser querido tuvo una ‘mala muerte’. La falta de previsión en México no es noticia y hoy por hoy es uno de los problemas silenciosos que más lastiman a las familias. Morir sin dejar los asuntos en orden y sin haber tomado las acciones previsorias pertinentes vulnera la dignidad, genera a la familia más estrés, provoca mayor carga emocional, se incurre en gastos adicionales, se padecen contratiempos, disputas y hasta pérdida de patrimonio. Muchos de estos efectos adversos no son sólo inmediatos, sino que típicamente acompañan a la familia por largo tiempo.
Desafortunadamente, combatir este mal hábito tan arraigado en nosotros, no ha sido, ni será una tarea sencilla y en la práctica es poco lo que se puede hacer más allá de sembrar conciencia en los ciudadanos. Toda familia guarda una historia triste al respecto y ni siquiera el dolor tangible de estas vivencias constituye una razón de cambio. La acción positiva solamente nacerá de la disposición individual que tenemos a la responsabilidad. Es un ejercicio moral y personal que implica moverse desde una postura pasiva hacia una de mayor interés, aprendizaje y acción. Requerimos sacudirnos el miedo y la indiferencia para hacernos responsables de lo que nos corresponde y comenzar a afrontar la muerte propia y sus consecuencias de manera eficaz. Debemos de comenzar con una reflexión pertinente sobre la realidad de morir que nos ayude a salir de la zona de confort y nos empuje a hacernos responsables para hacer lo que nos corresponde hacer. Es de suponer que todos deseamos dejar a la familia un recuerdo de cariño y de amor y que nadie conscientemente apunta a vulnerar la dignidad propia y a lastimar a sus seres queridos.
Morir Chingón es un proyecto que promueve un cambio en el paradigma de la experiencia de morir. Por un lado, nos presenta un libro cuya lectura está al alcance de cualquiera que quiera construir un plan para el final de la vida. Por otro lado, también nos ofrece un webinar para aquellas empresas que quieran complementar su programa de bienestar y capacitar a sus empleados en esta importante responsabilidad. visita www.morirchingon.com.