Una de las realidades menos aceptadas y comentadas entre la sociedad es aquella situación que todos enfrentaremos al final de la vida. La fase final es una etapa que es tan significativa como vulnerable y la persona que la experimenta lo hará con una alta carga emocional que le dificultará tomar las decisiones y acciones que se precisan día a día. Por otro lado, esta fase no hace más que progresar con deterioro y afectará más a quien la vive y repercutirá también en quienes estén al rededor. Es una fase que se vive en familia.
Poco se quiere hablar de una situación que provoca cambios en la integridad familiar, que genera ansiedad, desesperanza y sentido de abandono. El acompañamiento en esta fase no sólo precisa de atención médica específica al paciente, sino que también requiere de planificación, anticipación y de tomar decisiones continuas que tendrán un efecto determinante en la progresión y desenlace de la fase. Dicha previsión no llega sin la correcta reflexión y anticipación a los hechos. Si bien es imposible conocer por adelantado las circunstancias y duración de esta fase, si es posible anticipar algunas decisiones y acciones orientadas a proteger la dignidad y el bienestar de los involucrados durante este momento tan importante.
Llegado el momento, será imposible entender las implicaciones y la prognosis de la situación si nos negamos a aceptar la realidad o no mostramos interés por conocer la verdad. El enfermo tiene derecho a conocer los pormenores de su situación y también tiene deberes en cuanto a su persona y en cuanto a su familia. Negar la verdad es equivalente a decidir basados en esperanzas e informes falsos o distorsionados. En este momento no hay nada más relevante que la verdad y la aproximación objetiva a la situación. La falta de información, al autoengaño y el optimismo por sobre el realismo es lo que deriva en malas decisiones y en el deterioro de la calidad de vida del enfermo. Tener esperanza y luchar es válido, autoengañarse no. Este momento demandará de atención plena, de mente crítica y análisis objetivo. La fase final nos encarará con la complicada necesidad de hacer a un lado el optimismo para discernir entre la virtud de luchar y la necedad de estar esperando un milagro. La diferencia entre ellas solamente se puede inferir a través de la disponibilidad de información, pero sobre todo de haber hecho la reflexión y previsión anticipadas. Son tu salud, tu dignidad y tu cuerpo los que estarán en discusión. La decisión debe de ser tuya.
En este blog, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de la planificación para el final de la vida, así como a construir un plan eficaz para ese momento.