Perder el interés en ciertos aspectos o estímulos de la vida no es anormal ni tampoco poco frecuente. Por diversas causas mucho es lo que nos deja de llamar la atención. Perdemos el interés en empleos, amistades, planes, proyectos y hasta en las relaciones amorosas. Perder el interés en algo, si bien no siempre resultará perjudicial, si enciende una alerta que nos obliga a indagar más acerca de ese cambio de actitud. Esta reflexión nos ayudará a entender mejor nuestra postura y a tomar las acciones y decisiones más adecuadas para afrontar de manera eficaz la situación que nos aqueja. De manera similar existen también aspectos que, aunque resultan importantes en nuestra vida, no son de nuestro interés. Dentro de estos se encuentra la falta de interés por planificar para el final de la vida.
Resultaría difícil enumerar los distintos motivos por lo que podría surgir la falta de interés en algo, ya que estos estarían en la mayoría de los casos en relación directa y personal con el aspecto o estímulo de que se trate. Sin embargo, el origen de la falta de interés en el final de la vida, entender sus consecuencias y establecer la previsión pertinente podría tener algunas causas comunes:
En primer lugar, podríamos mencionar que puede tratarse de un mecanismo natural para escapar del dolor. Toda pérdida evoca dolor y la muerte no es una excepción. Cuando el estímulo rebasa los límites emocionales de una persona, la evasión o negación son mecanismos de defensa habituales de la mente.
En segundo lugar, el exceso de confianza y dar la vida por sentado es un aspecto que nos aleja del interés necesario que requiere la previsión para el final de la vida. Es obvio que nadie tiene la vida comprada y tener una apreciación objetiva y realista sobre la muerte es un elemento fundamental para actuar en este sentido. Por el contrario, creer o sentir que se tiene garantizada la vida, es un simple placebo que nos invita a relajarnos y a bajar la guardia.
Otro elemento que nos impide enfocarnos en lo importante, quizá sea la cotidianeidad que abruma nuestra mente y nos deja atrapados en el terreno de lo inmediato. La rutina y los retos del día a día roban nuestro enfoque y limitan nuestra capacidad de atención hacia aspectos futuros. Necesitamos escapar de esta espiral absorbente y poner nuestra atención en otros temas que son también relevantes.
Por último, podemos mencionar que otra característica que nos aleja de la reflexión necesaria para establecer un plan eficaz para el final de la vida, es precisamente evadir la responsabilidad moral que tenemos a este respecto. Quizá podemos argumentar que esto es la consecuencia de todo lo anterior, sin embargo, una manera práctica de darle la vuelta a esta espiral tóxica, es precisamente reconocer esta responsabilidad personal y estar dispuestos a aceptarla. Planificar para el final de la vida es una tarea ineludible que protegerá la dignidad e intereses de todos los involucrados cuando ese momento nos alcance. Paradójicamente, menos del 5% de las personas afronta este proceso y logra establecer una estrategia.
Morir es un tema serio y por lo tanto planificar para ello también debería de serlo. El principio de un buen plan para el final de la vida comienza reflexionando sobre la muerte propia y es importante realizar esta reflexión con seriedad, pertinencia y oportunidad. El momento para pensar profundamente y charlar sobre este tema es hoy. En el libro “morir chingón” así como en el sitio web o canal de YT del mismo nombre podrás encontrar información pertinente que te permitirá informarte a este respecto y te ayudará a establecer un plan eficaz para del final de la vida.