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Final de la Vida

Sé amigable con tu «yo» del mañana

Para la mayoría de las personas resulta difícil vincular el “yo” del hoy con el “yo” del mañana e inconscientemente las podemos considerar como dos personas diferentes. No obstante, es obvio que ese “yo” futuro será la misma persona de hoy, pero estará influenciada por las circunstancias y realidades del momento, así como por aquellas que hayan ocurrido en el tiempo. Si bien, ese “yo” del futuro no se puede prever a cabalidad y es imposible anticipar las circunstancias en las que devendrá, echar mano del optimismo y depositar nuestra confianza en la buena fortuna no son estrategias astutas. Creer, o querer creer, que la realidad, contexto o circunstancias futuras serán similares a las actuales es una percepción ingenua y acotada que en la práctica resultará estar equivocada. Lo cierto es que el día de mañana seremos la misma persona, pero sujeta a circunstancias, necesidades y capacidades físicas distintas.

Muchos nos negamos a reconocer esta realidad. No hay más que mirar alrededor para encontrar que las oportunidades laborales, las condiciones de salud o las necesidades económicas, por mencionar sólo algunas, son diferentes para las personas de mayor edad y en muchos casos estas circunstancias les resultan adversas. Si bien, envejecer es una realidad que espera a todos, para aquel que nunca ha planificado nada a este respecto la realidad le resultará más desfavorable. Esto no sólo cobra relevancia al considerar la previsión para el final de la vida, sino también la prevención en otros aspectos como lo pueden ser la jubilación o la salud.

Seguramente la gran mayoría está plenamente consciente de que algún día será mayor y que tendrá que pensar en retirarse, sin embargo, parece que la mayoría cree que las circunstancias futuras serán las mismas y que podrá mantenerse productivo con el mismo nivel de vida. De la misma forma nos ocurre al pensar en particular sobre la muerte propia. Sabemos que nos vamos a morir, pero nadie cree que esto pueda ocurrir en cualquier momento ni que necesite de previsión.

Es complicado reconocer a ese “yo” futuro que va a enfrentar la vejez, el deterioro de la salud, posibles adversidades del entorno e inexorablemente encarar una etapa terminal y la muerte. La incapacidad de anticipar lo obvio y la costumbre de mirar hacia otro lado es la razón que nos quitará la capacidad de transitar el día de mañana de una manera más digna.  Esta restricción auto impuesta nos aleja de reflexionar acerca de la muerte propia y de la consecuente construcción de un plan que salvaguarde lo más valioso cuando el momento nos alcance. Por eso hay que ser más amigables con el “yo” del mañana y hacer lo conducente el día de hoy.

Morir chingón te invita a romper este círculo y a conversar abiertamente de la muerte para mitigar los problemas que ocasiona la falta de previsión para el final de la vida. En la página y el libro del mismo nombre encontrarás información relevante que te ayudará en esta tarea y así lograr establecer un plan eficaz e integral para el final de la vida que proteja la dignidad personal y los intereses de todos los involucrados.

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Final de la Vida

Final de la vida, ¿y a quién le interesa?

Perder el interés en ciertos aspectos o estímulos de la vida no es anormal ni tampoco poco frecuente. Por diversas causas mucho es lo que nos deja de llamar la atención. Perdemos el interés en empleos, amistades, planes, proyectos y hasta en las relaciones amorosas. Perder el interés en algo, si bien no siempre resultará perjudicial, si enciende una alerta que nos obliga a indagar más acerca de ese cambio de actitud. Esta reflexión nos ayudará a entender mejor nuestra postura y a tomar las acciones y decisiones más adecuadas para afrontar de manera eficaz la situación que nos aqueja. De manera similar existen también aspectos que, aunque resultan importantes en nuestra vida, no son de nuestro interés. Dentro de estos se encuentra la falta de interés por planificar para el final de la vida.   

Resultaría difícil enumerar los distintos motivos por lo que podría surgir la falta de interés en algo, ya que estos estarían en la mayoría de los casos en relación directa y personal con el aspecto o estímulo de que se trate. Sin embargo, el origen de la falta de interés en el final de la vida, entender sus consecuencias y establecer la previsión pertinente podría tener algunas causas comunes:

En primer lugar, podríamos mencionar que puede tratarse de un mecanismo natural para escapar del dolor. Toda pérdida evoca dolor y la muerte no es una excepción. Cuando el estímulo rebasa los límites emocionales de una persona, la evasión o negación son mecanismos de defensa habituales de la mente.

En segundo lugar, el exceso de confianza y dar la vida por sentado es un aspecto que nos aleja del interés necesario que requiere la previsión para el final de la vida. Es obvio que nadie tiene la vida comprada y tener una apreciación objetiva y realista sobre la muerte es un elemento fundamental para actuar en este sentido. Por el contrario, creer o sentir que se tiene garantizada la vida, es un simple placebo que nos invita a relajarnos y a bajar la guardia.

Otro elemento que nos impide enfocarnos en lo importante, quizá sea la cotidianeidad que abruma nuestra mente y nos deja atrapados en el terreno de lo inmediato. La rutina y los retos del día a día roban nuestro enfoque y limitan nuestra capacidad de atención hacia aspectos futuros. Necesitamos escapar de esta espiral absorbente y poner nuestra atención en otros temas que son también relevantes.

Por último, podemos mencionar que otra característica que nos aleja de la reflexión necesaria para establecer un plan eficaz para el final de la vida, es precisamente evadir la responsabilidad moral que tenemos a este respecto. Quizá podemos argumentar que esto es la consecuencia de todo lo anterior, sin embargo, una manera práctica de darle la vuelta a esta espiral tóxica, es precisamente reconocer esta responsabilidad personal y estar dispuestos a aceptarla. Planificar para el final de la vida es una tarea ineludible que protegerá la dignidad e intereses de todos los involucrados cuando ese momento nos alcance. Paradójicamente, menos del 5% de las personas afronta este proceso y logra establecer una estrategia.

Morir es un tema serio y por lo tanto planificar para ello también debería de serlo. El principio de un buen plan para el final de la vida comienza reflexionando sobre la muerte propia y es importante realizar esta reflexión con seriedad, pertinencia y oportunidad. El momento para pensar profundamente y charlar sobre este tema es hoy. En el libro “morir chingón” así como en el sitio web o canal de YT del mismo nombre podrás encontrar información pertinente que te permitirá informarte a este respecto y te ayudará a establecer un plan eficaz para del final de la vida.

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Final de la Vida

¿Eutanasia por propia mano?

En México y en general en muchos otros países las opciones al final de la vida son escasas y limitadas. Para muchas personas en fase terminal, el dolor y el sufrimiento son la única opción aun y cuando como sociedad la mayoría coincidiría en que debiésemos de merecer algo mejor.

¿Por qué estar condenados a padecer la muerte en un mundo que entiende la salud y la enfermedad mejor que nunca?

Desafortunadamente, la eutanasia o el suicidio asistido como opciones viables y dignas se evitan en las discusiones legislativas simplemente porque el largo brazo de la falsa moral, la religión y las cadenas de los prejuicios sociales alcanzan hasta al más justo. La decisión de morir, y de cómo hacerlo, es personal y de nadie más. Si bien es cierto que las soluciones mencionadas han encontrado eco en algunos países más avanzados, también es cierto que no están libres de críticas, ineficacias y detractores. La muerte sigue siendo el tabú más grande dentro de «jaula social» y hasta que no le demos el protagonismo que merece será poco posible que avancemos hacia opciones más eficaces y dignas para el final de la vida. En México, por ejemplo, existe la ley de voluntad anticipada desde el año 2008. Quince años después, este documento ha sido inscrito sólo por un puñado de personas, su alcance aún no es nacional y las instituciones son poco eficaces en garantizar su difusión y aplicación.

¿Cómo podríamos abrir una discusión más constructiva sobre un tema que preferimos dejar olvidado en un cajón? ¿Cómo podríamos esperar evolucionar hacia propuestas más eficaces si las que existen apenas son conocidas y utilizadas?  

Dentro de las propuestas más disruptivas e innovadoras, existe una discusión hipotética en algunos foros acerca de la “pastilla” de eutanasia. Un medicamento de libre acceso para la población que podría ser empleado por propia mano para terminar con una vida de sufrimiento y dolor. En este caso, no sería necesaria la intervención de terceras personas en asistir al enfermo con la decisión de terminar con su vida.  Si bien, todavía es una hipótesis, no cabe duda que es una propuesta provocativa que merece una evaluación seria.

Quizá la solución más efectiva para el final de la vida esté más allá de toda burocracia y objeción de conciencia. Quizá debamos de evitarnos el tortuoso camino de una discusión evolutiva y brincar de una vez por todas a una solución radical. Debiésemos de respetar el derecho de todos, incluidos el de aquellos que por sus creencias o posturas personales preferirían no involucrarse en tan significativa decisión. Una solución autoinfligida deja sin aplicación práctica la objeción de conciencia y no necesita de mayores equipos o de acompañamiento profesional. Si bien esta propuesta requiere de más análisis sobre su viabilidad práctica y científica, resulta en una idea que debe de ir más allá del terreno de la hipótesis. No cabe duda que debemos de avanzar hacia propuestas más dignas y humanas y no podremos dar el siguiente paso si nos mantenemos atascados en donde hemos estado desde hace décadas. 

Adicional a la decisión de terminar con la vida por propia mano, también es importante recordar que existe la obligación de hacerlo con responsabilidad y considerando los impactos emocionales, funerarios y sucesorios que esto traerá para aquellos que se quedan. Si bien el libro Morir Chingón no aborda el tema de este breve artículo, sí propone la idea de morir con dignidad y con la responsabilidad de contar con un plan para el final de la vida que proteja la dignidad e intereses de todos los involucrados. Busca en internet más sobre el proyecto y el libro.

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La reanimación cardiopulmonar (RCP): ¿un mito de las películas?

De acuerdo con algunos estudios, la mayoría de las personas estarían dispuestas a recibir una maniobra de reanimación (RCP). Sin embargo, muy pocas conocen las implicaciones y las posibles consecuencias de esta. En la práctica, pocos están conscientes de los pormenores de la maniobra y quizá lo más cercano que se ha estado a ella es a través de las historias de las películas y programas de televisión. No obstante, la realidad es muy distinta la ficción y debemos de considerar que el objetivo principal de la industria del cine es entretener y no educar. La tasa de supervivencia de un paciente atendido en un quirófano por personal calificado, monitoreo preciso y equipo adecuado es de alrededor del 20%. La tasa de supervivencia de una persona atendida lejos de un hospital es menor al 7% y, en cualquier caso, solamente un puñado de estas personas saldrán caminando de la experiencia sin presentar secuelas. Las consecuencias del RCP en el mejor de los casos implican costillas rotas o heridas ocasionadas por la intubación. En muchos casos, estas pueden ser más severas como por ejemplo presentar daños neurológicos derivados de la falta de oxigenación. Adicionalmente, es importante considerar que las probabilidades de supervivencia y sus efectos secundarios, siempre estarán supeditados a diversos factores como la edad, condición física o padecimientos existentes. Todo ello podrá influir a que la probabilidad de supervivencia disminuya significativamente.

Si las personas estuviesen más conscientes de las verdaderas consecuencias y posibilidades que presenta la maniobra de reanimación, quizá estuviesen más abiertas a evaluar la posibilidad de negarse a recibirla. De la misma manera, estar mejor informados sobre las implicaciones del final de la vida, podría influenciar al paciente a evaluar rutas alternativas y a ser más objetivo sobre la decisión de recibir (o no) tratamientos médicos que pretendan prolongar su vida de manera artificial. 

La distorsión que existe entre las expectativas y la realidad proviene en gran medida de la falta de información no sólo del ámbito médico, sino también del jurídico. Este desconocimiento lamentablemente no sólo es un tema de desinformación, sino que tiene su origen en la falta de interés que tenemos con respecto a las implicaciones del final de la vida, y en general del afrontamiento pasivo que tenemos ante la muerte. La decisión de establecer una estrategia efectiva que proteja la dignidad en el final de la vida es puramente personal y esta será más eficaz en la medida en que la estemos mejor informados. Es una responsabilidad personal educarse al respecto y es recomendable conocer mecanismos afines como por ejemplo la voluntad anticipada, ordenes de “no resucitar”, o bien cualquiera que esté orientada a salvaguardar la dignidad del paciente y que aplique en la legislación en la que nos ubiquemos.

En el libro “morir chingón” así como en el sitio web o canal de YT del mismo nombre podrás encontrar información pertinente que te permite informarte para establecer un plan eficaz para del final de la vida.

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¿Vivir más o vivir sano?

Cuando establecemos un plan para el final de la vida, y en particular, cuando nos enfocamos en la etapa terminal, una de las preguntas obligadas a la que debemos de dar respuesta se refiere a la preferencia entre vivir “tiempo de vida” o “calidad de vida”. La obsesión de vivir más crece día con día y esto no es sólo una simple utopía, sino que los avances de la ciencia médica lo han vuelto una realidad. No obstante, esta persecución inconsciente de la inmortalidad está cayendo en la paradoja de dar importancia a vivir más, que no necesariamente significa vivir mejor. Actualmente muchas personas pasan enfermas los últimos años de su vida y sufren un deterioro progresivo en su calidad de vida y bienestar.

Los avances médicos permiten extender la vida de los pacientes, aunque no necesariamente esto implica que mejoren su diagnóstico o eviten los malestares propios de los padecimientos. Cada día es mayor el número de personas que fallecen en los hospitales y las unidades de cuidado intensivo erróneamente se están utilizando como una especie de hospicio dónde los enfermos pasan sus últimos días o inclusive meses. Esto no sólo llega a afectar la dignidad del enfermo, sino que los efectos adversos propios de la situación trascienden también a la familia y la afectan de muchas maneras tanto en lo emocional como en lo económico.

La esperanza de vida no es lo mismo que la esperanza de vida saludable y la primera se usa equivocadamente como un adjetivo que reemplaza a las dos. Enfocarse solamente en la cantidad de años vividos no resulta una medida adecuada de calidad de vida por lo que el paciente debe de estar más atento al diagnóstico y a las alternativas posibles. Navegar la mortalidad y sobre todo durante los últimos años de vida implica establecer una prioridad clara sobre lo que significa vivir con calidad. El bienestar de la persona debe de abordarse de manera integral y no solamente desde la óptica médica y el tratamiento invasivo de sus padecimientos. No podemos ignorar otros aspectos fundamentales como lo pueden ser la salud mental y el estilo de vida.  

Es innegable que las circunstancias, duración y demás características de la etapa terminal son imposibles de anticipar. Sin embargo, la mejor manera de establecer una estrategia y definir prioridades para ese momento es pensar en ello con antelación. Planificar para el final de la vida es una buena práctica y en particular, otorgar una voluntad anticipada permite a la persona adelantarse a los hechos y conscientemente decidir el curso de acción para cuando llegue ese momento. La VA, más que un documento o trámite, debe de ser interpretado como una estrategia de planificación para el final de la vida que responde a la pregunta sobre el tipo de tratamientos médicos que queremos recibir durante una fase terminal.  

En este blog, en el canal de YouTube, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de la planificación para el final de la vida y cómo construir un plan eficaz para ese momento.

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La vida es terminal en sí misma

Algunas enfermedades graves reciben el adjetivo de “terminal” y tendemos a atribuir la muerte de una persona a sus padecimientos o a situaciones fortuitas y exógenas. En la práctica, el sentimiento que la muerte causa en muchos necesita de alivio y negarla o justificarla ayuda con este proceso paliativo. También es por ello que pareciera que la mayoría de las personas van por la vida imaginando que esta es permanente y que la muerte es algo ajeno que les sucede a otros. Sin embargo, la razón fundamental de la muerte y su justificación última resulta ser que la vida es terminal. No son las enfermedades, la genética o la mala suerte los que terminan con la vida. La muerte es parte de la vida y morir viene implícito en el vivir.

Si bien morir es inevitable, y sería absurdo negarlo, es importante entender que la muerte trae consigo una serie de implicaciones y de consecuencias. Entre ellas, es importante considerar que existirá una fase final por la que todos debemos de transitar. En dicha fase, es innegable que pueden surgir situaciones o padecimientos específicos que son imposibles de anticipar o predecir. Asimismo, la duración de esta fase será variable en función de diversos factores y lo que aplique para a uno no necesariamente aplica para los demás. Si bien este momento está rodeado de incertidumbre, es importante entender que morir trae consigo una serie de factores sobre los que sí es posible anticiparse y planificar al respecto. Después de todo, no planificamos cómo morir, sino cómo vivir mientras la muerte nos alcanza a la vez que prevemos cómo proteger a los seres queridos una vez que lo haga.

La previsión para el final de la vida no sólo es un acto responsable, es una acción que trae consigo muchos beneficios que ayudarán a todos los involucrados a sortear de la mejor manera posible un momento y circunstancias que resultarán complicadas para todos. La previsión para el final de la vida es de aquellas cosas que es mejor tenerlas y no necesitarlas, que necesitarlas y no tenerlas.

En este blog, en el canal de morir chingón de YouTube, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de la planificación para el final de la vida y cómo construir un plan eficaz para ese momento.

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¿Optimismo, lucha o esperando un milagro?

Una de las realidades menos aceptadas y comentadas entre la sociedad es aquella situación que todos enfrentaremos al final de la vida. La fase final es una etapa que es tan significativa como vulnerable y la persona que la experimenta lo hará con una alta carga emocional que le dificultará tomar las decisiones y acciones que se precisan día a día. Por otro lado, esta fase no hace más que progresar con deterioro y afectará más a quien la vive y repercutirá también en quienes estén al rededor. Es una fase que se vive en familia. 

Poco se quiere hablar de una situación que provoca cambios en la integridad familiar, que genera ansiedad, desesperanza y sentido de abandono. El acompañamiento en esta fase no sólo precisa de atención médica específica al paciente, sino que también requiere de planificación, anticipación y de tomar decisiones continuas que tendrán un efecto determinante en la progresión y desenlace de la fase. Dicha previsión no llega sin la correcta reflexión y anticipación a los hechos. Si bien es imposible conocer por adelantado las circunstancias y duración de esta fase, si es posible anticipar algunas decisiones y acciones orientadas a proteger la dignidad y el bienestar de los involucrados durante este momento tan importante.

Llegado el momento, será imposible entender las implicaciones y la prognosis de la situación si nos negamos a aceptar la realidad o no mostramos interés por conocer la verdad. El enfermo tiene derecho a conocer los pormenores de su situación y también tiene deberes en cuanto a su persona y en cuanto a su familia. Negar la verdad es equivalente a decidir basados en esperanzas e informes falsos o distorsionados. En este momento no hay nada más relevante que la verdad y la aproximación objetiva a la situación. La falta de información, al autoengaño y el optimismo por sobre el realismo es lo que deriva en malas decisiones y en el deterioro de la calidad de vida del enfermo. Tener esperanza y luchar es válido, autoengañarse no. Este momento demandará de atención plena, de mente crítica y análisis objetivo. La fase final nos encarará con la complicada necesidad de hacer a un lado el optimismo para discernir entre la virtud de luchar y la necedad de estar esperando un milagro. La diferencia entre ellas solamente se puede inferir a través de la disponibilidad de información, pero sobre todo de haber hecho la reflexión y previsión anticipadas. Son tu salud, tu dignidad y tu cuerpo los que estarán en discusión. La decisión debe de ser tuya.     

En este blog, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de la planificación para el final de la vida, así como a construir un plan eficaz para ese momento.

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¿Es posible planificar una muerte libre de imprevistos?

Todos podríamos imaginarnos un escenario ideal sobre nuestra muerte y esperar que las cosas salgan como quisiéramos que lo hicieran. No obstante, al igual que en la vida, no todo está bajo nuestro control e inevitablemente algunas situaciones toman un curso inesperado. En el transcurso de nuestra vida, todos estamos conscientes de estas contingencias y, sin embargo, esto no nos impide establecer planes, llevar agendas o bien realizar reservaciones cuando se necesitan. Después de todo, sabemos que los imprevistos no nos justifican ser desordenados o indisciplinados en nuestra vida. De la misma manera, si bien no conocemos la fecha de nuestra muerte y mucho menos podemos anticipar las circunstancias sobre las que se dará, esto no nos justifica para no planificar para ello.

En vida, sabemos que fallar en planificar, es planificar para fallar. De la misma manera esto es cierto para la muerte. No planificar para el final de la vida es equivalente a planear para vulnerar la dignidad y afectar el bienestar de la familia. Planificar para el final de la vida, si bien no evitará los imprevistos, sí mitigará los efectos que nuestra muerte acarreará tanto a nosotros mismos como a nuestros seres queridos.

En este blog, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de la planificación para el final de la vida, así como a construir un plan eficaz para ese momento.

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¿En qué se parecen el papel higiénico y un plan para el final de la vida?

¿En qué se parecen el papel higiénico y un plan de previsión para el final de la vida? Se parecen en que los dos tienen que estar a la mano antes de necesitarlos. 😊 En fin, espero se me disculpe el uso de un poco de humor negro para reiterar la urgencia e importancia de contar con un plan de previsión para el final de la vida. Visita www.morirchingon.com para más información (seria) al respecto.  

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Ignorar la muerte acarrea serias consecuencias a la familia

Ignorar a la muerte, así como obviar o minimizar las consecuencias que conlleva, tendrá un profundo efecto adverso en los involucrados.  Tanto la dignidad personal, aspectos emocionales y otros ámbitos económicos y familiares se verán vulnerados como consecuencia de la no previsión. Esperar al último momento para educarnos al respecto y de ahí tomar las previsiones adecuadas es una mala idea ya que el tiempo será una restricción importante y seguramente no podremos hacernos cargo de todo, y derivado de ello, provocaremos efectos irreversibles en el bienestar de todos los involucrados.

La muerte de una persona afecta a muchas almas y es importante tener en consideración los efectos que acarrea en cada quien. Pensar en afrontar una enfermedad terminal, un accidente o cualquier situación que encare a la muerte no es fácil, pero esta dificultad no justifica la actitud esquiva.    

Mucho del sufrimiento que conlleva la muerte a la persona y a la familia es el producto de la ignorancia acerca del tema. Esta situación se ha mantenido gracias a la cultura del silencio que existe sobre la muerte y a los paliativos artificiales que se esconden tras los rituales que hemos desarrollado como sociedad a través del tiempo.  La única solución existente para romper el ciclo es tan efectiva como disponible: hablar de la muerte abiertamente llevará invariablemente a hablar de cómo morir y de las consecuencias que traerá a la familia. Si bien hablar es importante, hacerlo oportunamente es aún más importante. Hablar de la muerte se hace en la sala de casa y no en la sala de cuidados intensivos.

Todos vamos a morir y no hay nada de malo en ello. Sin embargo, morir sin haber previsto o planificado nada, sí puede llegar a afectar la dignidad y a acarrear más dolor y daño a la familia. Lo malo de la muerte proviene de la negación de su posibilidad y lo peor que acarrea este suceso nace de no haber planificado para su llegada.

Un buen plan para el final de la vida comienza reflexionando con pertinencia y oportunidad acerca de la muerte propia y de sus consecuencias. En este blog, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de este tema y cómo construir ordenadamente un plan eficaz para el final de la vida.