Morir es inevitable. Morir es lo que nos sucederá a todos independientemente de cualquier otra cosa. La muerte no distingue y no discrimina. Nos elige no importando la educación, el estatus social, la religión, la nacionalidad, la salud, el género, el optimismo o cualquier otra circunstancia.
¿Por qué ante un hecho inexorable la gran mayoría decide no planificar nada?
No planificar para el final de la vida, sería equivalente a cruzar la calle sin otear a los lados con la postura irresponsable de “no viene coche”. Sería parecido a irse de vacaciones sin reservar ni planificar absolutamente nada con el ingenuo anhelo de no afrontar contrariedades y poder disfrutar del viaje en familia. ¿Por qué este tipo de omisiones resultarían absurdas para cualquiera y, sin embargo, cuando se trata de planificar para el final de la vida no tanto?
Esta actitud se apuntala en el miedo a la muerte y en un optimismo ingenuo sobre la posibilidad de morir pronto. Para morir chingón, proteger la dignidad y evitarle problemas a la familia, es imperativo dejar de lado las supersticiones, el confort y las creencias personales que nos congelan y se hace necesario tomar decisiones y acciones oportunas y pertinentes. Morir chingón no es el producto de la suerte, de la esperanza, de las circunstancias o de la buena fe de la familia o de la eficacia del sistema de salud. Para morir chingón hay que decidir hacerlo y acciones de previsión sencillas ayudan a mitigar los problemas que acarrea la muerte propia. Planificar para el final de la vida no es planear cómo morir, es planificar cómo vivir mientras la muerte nos alcanza a la vez que protegemos a la familia cuando lo haga. Morir Chingón te ofrece material e información relevante que te ayudará en el camino de proteger tu dignidad y el bienestar de tu familia. Considera que el mejor día para comenzar a establecer un plan para el final de la vida es hoy mismo.