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Día del padre y día de duelo

El día del padre ha sido una celebración que acompaña a muchos hogares desde hace tiempo. Si bien es cierto que en general se aborda como un día para honrar y festejar a la figura paterna, para muchos hogares que han sufrido la pérdida del padre puede ser un día de tristeza, dolor y emociones encontradas. Esto es especialmente cierto y hasta más intenso para aquellas familias que recientemente han experimentado la pérdida del festejado.

Las manifestaciones del duelo afectan de distintas maneras a distintos individuos. Es una experiencia individual y es tarea de cada persona aprender a enfrentar el dolor y a encontrar medios para sobreponerse a las emociones que le provocan la pérdida de su ser querido. Afrontar el duelo de un padre puede ser un reto y este impacto emocional puede surgir de manera más intensa en un día que nos recuerda a quien se fue. No existe una manera correcta o incorrecta para abordar el duelo y en general las emociones propias de esta experiencia tienden a disminuir con el tiempo y hacerse más tolerables.

Si bien el duelo es un proceso complejo e individual, en general las personas se adaptan y aprenden a vivir con la pérdida. Sin embargo, con lo que es imposible aprender a vivir es con las complicaciones y problemas que ocasiona la falta de previsión de la persona que falleció. No es posible pedirle a la familia que aprenda a vivir con los impactos económicos y conflictos que la falta de testamento les provoca. No es posible querer que la familia aprenda a convivir con deudas que pudieron ser evitadas. No es posible exigirle a nadie que aprenda a vivir tratando de buscar el patrimonio que se dejó atrás, así como intentando entender y arreglar los asuntos que dejamos sin resolver. La falta de previsión para el final de la vida no sólo exacerbará las emociones propias del duelo, sino que además le resta valor a la experiencia.

En este día del padre, la mejor manera de honrar a la familia es dándose la oportunidad para comenzar a hablar acerca de la muerte y empezar hoy mismo con las actividades y decisiones necesarias para establecer un plan eficaz para el final de la vida. Morir Chingón contiene información relevante que puede ayudar a la familia en este camino.

“El legado es la persona definitiva en la que nos convertimos” Mecha Constantine

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Patrimonio perdido por falta de previsión

En días pasados ha surgido la polémica en México acerca del destino de un fondo de ahorro para el retiro no reclamado por los beneficiarios. La suma nada despreciable de más de $2,000 millones de dólares es el resultado de la indiferencia de muchos mexicanos con respecto a la previsión para el final de la vida. Esa monumental cifra significa que hay decenas de miles de personas en edad de retiro o bien sus familias que no han reclamado lo que por derecho les corresponde.

Por otro lado, también en México, la ley de instituciones de crédito (LIC) estipula en su artículo 61 que los fondos de cuentas bancarias sin movimientos se transfieren al patrimonio de la beneficencia pública. Adicionalmente, la CONDUSEF estima que en este mismo país hay más de 10,000 pólizas de seguros de vida sin reclamar por los beneficiarios.

Los anteriores son ejemplos de patrimonio disponible que queda en el limbo por el simple hecho de que las familias desconocen de su existencia. El problema de la falta de previsión trasciende a la falta de testamento o de la voluntad anticipada. La falta de previsión para el final de la vida provoca un sufrimiento silencioso que lastima a las familias de muchas maneras.

Morir chingón te invita a romper este círculo, a conversar abiertamente de la muerte y a establecer un plan para el final de la vida que mitigue estos problemas. El fondo en disputa no es de ninguna institución financiera privada ni de ningún otro fondo público. La polémica no existiría si el dinero estuviese en las manos de a quien verdalmente le corresponde. Acércate a CONDUSEF para ubicar AFORES, pólizas de seguros o cuentas bancarias de tu familiar fallecido y así reclamar tus derechos.

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Morir es un tema serio, planificar para ello también

La mayoría de las personas opinan que es importante planificar para el final de la vida. Por mencionar algunos ejemplos, consideran relevante tener un testamento, mantener los asuntos en orden o bien expresar la última voluntad a la familia. Paradójicamente, solamente algunos harán algo al respecto. Al menos 7 de cada 10 morirán en circunstancias que no creyeron siquiera posibles; 6 de cada 10 experimentarán una “mala muerte”; 95% morirán intestados, 98% ni siquiera anticipará el destino de su cuerpo y tan sólo un puñado suscribirá una voluntad anticipada. A pesar de su inexorabilidad, la muerte pareciera que sorprende a la gran mayoría y los efectos de esta ingenuidad en la persona y en la familia pueden ser devastadores. Vulnerar la dignidad, mayor dolor, deudas, conflictos, más estrés y hasta pérdida de patrimonio son sólo algunos de los daños que la falta de previsión ocasiona a los involucrados.

Además de los obvios problemas económicos, nuestra muerte acarrea a todos los involucrados el desafío de sobrellevar el duelo y la difícil tarea de establecer un proceso de resignificación de valores y creencias que les ayude a la adaptación de su nueva forma de vida. Es un proceso de vaivenes emocionales que no es sencillo y la falta de previsión del difunto no hace sino exacerbarlo ya que esto significará que, además de procesar el esfuerzo emocional mencionado, tendrán que enfrentar la posible realidad de heredar desorden, problemas y hasta una desintegración familiar.

Morir es un tema serio y por lo tanto planificar para ello también lo es. El principio de un buen plan para el final de la vida comienza reflexionando sobre la muerte propia y es importante realizar esta reflexión con seriedad, pertinencia y oportunidad. El momento para pensar profundamente en este tema es ahora y contar con un plan integral para el final de la vida que mitigue las consecuencias de la muerte es una acción urgente. Hacer un plan no es complicado ni costoso, sin embargo, requiere de esfuerzo, de orden y de constancia. En el libro “morir chingón” así como en el sitio web o canal de YT del mismo nombre podrás encontrar información pertinente que te permite informarte a este respecto y te ayuda a establecer un plan eficaz para del final de la vida.

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¿Cómo planificar para morir chingón?

El hecho de morir y de cómo hacerlo no es un tema que apele nuestra atención ni que mantenga nuestras mentes ocupadas. Es más, para la mayoría de las personas resulta preferible no prestar demasiada atención al tema y permanecer en una especie de negación interpretativa. Sin embargo, esta postura no aleja a la muerte ni tampoco modifica el hecho de que planificar para el final de la vida es una buena idea.

Si apuntamos a morir bien, es innegable que hay mucho en qué pensar, hay decisiones por tomar y existen diligencias por hacer. Esta tarea puede resultar abrumadora para muchos, no sólo desde la perspectiva práctica que implica, sino también desde el esfuerzo emocional que demanda. Reflexionar acerca la muerte propia, así como pensar en las repercusiones y necesidades de aquellos quienes se quedan requiere enfoque e intención.

Una buena práctica en este proceso, por razones obvias, es hacerlo con tiempo y de forma oportuna. Es mejor hacer este plan mientras estemos enteros y sanos que tratar de planificar de urgencia y de último momento. Un plan para el final de la vida es mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo. Un buen comienzo es reflexionar y hacer las paces con la muerte. Todos morimos en algún momento y reconocer esta realidad de manera franca y pronta ayuda en el proceso de aceptación. Esto resultará fundamental para emprender cualquier acción de planeación.

Muchas decisiones y tareas están por delante. Las acciones y caminos a seguir en la etapa final, los tratamientos médicos a recibir y otras decisiones que anticipemos guiarán el tipo de vida que llevaremos mientras la muerte nos alcanza. Suscribir una voluntad anticipada, planificar un funeral, así como otorgar un testamento y demás actividades relativas a la sucesión serán el tipo de diligencias y acciones que deberán de ser realizadas oportunamente.

Otra buena idea es tratar de dejar de lado lo que no entendemos y desconocemos acerca de la muerte. Si bien la parte espiritual y mística acerca de esta y lo que representa es un pensamiento que parece congruente a la situación, la realidad es que sólo nos provoca ansiedad y nos roba tiempo valioso. Perderse en este idealismo incognoscible, no agrega valor a la planeación y sí resta enfoque a las tareas y diligencias sobre las que podemos actuar.

Entre más seamos capaces de aceptar la muerte y hablar de ella, más sencillo será planificar para ese momento para proteger la dignidad y los intereses de todos los involucrados.  Una buena recomendación es leer “Morir Chingón” el cual es un libro especializado en el final de la vida y al alcance de cualquiera. Es un material didáctico que nos acerca a la muerte de forma eficaz y permite reflexionar acerca de ese momento. Nos guía en tomar las decisiones y acciones que llevan a construir un plan integral que cuide de nosotros y de quienes más queremos.

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+95% de las personas no tienen un plan para el final de la vida

La probabilidad indica que la gran mayoría de las personas que lean estas líneas no cuenta con un plan integral para el final de la vida. No obstante, las estadísticas también indican que, aún sin tenerlo, el lector piensa que contar con uno, es importante para él y tu familia.

¿Cuál es la razón?

  1. Quizá resulte difícil hablar de la muerte y se prefiere mantenerla al margen
  2. Hay optimismo con respecto a la muerte propia y se considera que aún hay tiempo
  3. Se cree que es complicado y no se cuenta con el tiempo o los recursos en este momento
  4. Tal vez alguna otra razón personal

No importa cuál (o cuáles) sean las razones o excusas, ninguna de ellas es una justificación válida. Esta postura evasiva podría vulnerar la dignidad y el bienestar de la familia. Las estadísticas nos indican que menos del 1% aprovecha la legislación sobre muerte digna. Al menos 7 de cada 10 personas morirán en circunstancias que no creyeron siquiera posibles; 6 de cada 10 experimentarán una “mala muerte”; más del 95% heredarán problemas a su familia y 98% ni siquiera ha pensado en el destino de su cuerpo. Aunque resulte paradójico, la muerte sorprende a la mayoría y los efectos de esta ingenuidad resultan ser devastadores para la persona y su familia. Deudas, conflictos, duelo sin valor, mayor dolor, vulnerar la dignidad, estrés y hasta pérdida de patrimonio son sólo algunos de los daños que la falta de previsión ocasiona a los involucrados. Independientemente de las razones o justificaciones que se puedan tener, la realidad es que para pasar a formar parte del club del 5% se requiere tener la disposición personal para aceptar la responsabilidad que corresponde. Por lo tanto, el primer paso para ir desde donde estemos hacia donde deberíamos de estar, es reconocer exactamente dónde estamos parados, qué nos mantiene ahí y tomar la decisión de hacer lo correcto.

Un buen plan para el final de la vida comienza reflexionando con pertinencia y oportunidad acerca de la muerte propia. En este blog, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de este tema, así como también a construir ordenadamente un plan eficaz para el final de la vida.

«Lo único que nos separa de la muerte, es el tiempo», Hemingway

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Un plan para el final de la vida es tu responsabilidad

En una época donde todo se espera de manera inmediata, sin necesidad de mucho esfuerzo, y en donde un sinnúmero de bienes o servicios se encuentran a tan sólo un clic de distancia es muy difícil solicitar a una persona que haga las cosas “a la antigüita”. No obstante, en el caso de un plan de previsión para el final de la vida las cosas son distintas. Una estrategia tan importante no puede ser impersonal ni tampoco mecánica. Se precisa de sensatez y de establecer una serie de reflexiones, decisiones y diligencias que están lejos del alcance de las apps y de los clics. Debe además de ser sustentada legalmente para fortalecer su validez y alcance, por lo que también conlleva alguna tramitología. Cualquier persona que esté esperando a que la tecnología o terceras personas le solucionen su responsabilidad en este sentido, no sólo es ingenuo, sino que puede permanecer sentado con la seguridad que esto nunca llegará, o al menos no lo hará durante lo que le reste de vida. 

Si lo anterior es cierto, ¿qué es lo que nos previene de velar por nuestra dignidad y el bienestar de la familia? Parece que, por ejemplo, otorgar un testamento no representa un bien tangible para muchos y la dignidad personal no es algo que llame mucho la atención quizá porque es difícil de descargar en el celular. El bienestar de la familia se encuentra empantanado en actitudes de obcecación y desidia y el futuro no es parte del contexto que ocupe la reflexión cotidiana. En resumen, planificar cómo vivir mientras la muerte nos alcanza, así como velar por el bienestar de la familia cuando esta lo haga, no es de relevancia para la gran mayoría y es difícil entender la razón subyacente de semejante omisión. Tal parece que la perspectiva terrorífica que la muerte representa para la mayoría es suficiente para blindar el carácter y disminuir con ello las posibilidades de hacerse de un plan que proteja a dignidad y procure el bienestar de los involucrados.

La persona común no tiene espacio para esto y es difícil cambiar esta valoración individual que se aglomera como una calamidad social. No esperemos pues a que el cambio venga de los demás o nos llegue de afuera. Como todo lo que implica crecimiento, el esfuerzo deberá de surgir del individuo sensato y de esta disposición a la responsabilidad emergerá el bienestar. 

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Fallar en planificar es planificar para fallar

Se estima que más del 80% de las personas han pensado al menos una vez en la muerte propia. Sin embargo, a pesar de esta cifra, la gran mayoría de las personas falla en establecer un plan eficaz para ese momento. Quizá cuando pensamos en la muerte propia, lo hacemos sin importarnos demasiado porque la idea nos parece prematura o inclusive tétrica.

Por otro lado, cuando pensamos en realizar una celebración o un viaje procuramos establecer una planificación previa y no dejamos que las cosas se guíen por la improvisación o el azar ya que sabemos que si fallamos en la planificación las cosas pueden salir mal. Después de todo, quién quisiera realizar un evento o una travesía que pudiera estar llena de fallas, omisiones o sinsabores. Si esto es cierto durante la vida, ¿por qué fallamos en planificar para el final de esta? Fallar en planificar este importante acontecimiento es equivalente a planificar para vulnerar la dignidad propia y para lastimar aún más a la familia.

Si bien el principio de un buen plan para el final de la vida comienza reflexionando sobre la muerte propia, es importante realizar esta reflexión con seriedad, pertinencia y oportunidad. Morir es un tema serio y por lo tanto planificar para ello también lo es. El momento para pensar profundamente en este tema es ahora y considerar en establecer un plan integral para el final de la vida es una acción que hace todo el sentido. Morir es una experiencia humana y sería valioso movernos hacia una sociedad en donde se hable abiertamente de la muerte y en donde la voluntad de cada persona sea conocida y su legado esté bien articulado. No obstante, este cambio colectivo no es evolutivo, sino que se construye a partir del cambio individual.

Llegar ahí provocará una transición cultural bien reflexionada y deliberada que traerá múltiples beneficios. Este cambio de paradigma tendrá una influencia profunda no sólo en el cambio de actitud de las personas hacia la muerte sino también acarreará otros beneficios en el desarrollo de una legislación de muerte digna más humana, en mejores sistemas de salud y disponibilidad y eficacia de cuidados paliativos, así como en la difusión y mejora de los mecanismos de sucesión. Llegar hasta ahí nos dejará una sociedad más evolucionada y empática que abrace a la muerte como una experiencia humana y que reconozca al duelo como una oportunidad ineludible de crecimiento personal y no como una tragedia dolorosa sin valor. Nos acercaremos hacia una sociedad en donde la sucesión sea una tradición eficaz y no más una situación de transferencia de problemas y sinsabores.

En este blog, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de este tema y de cómo construir ordenadamente un plan eficaz para el final de la vida. Con tu compra apoyas a que este proyecto se mantenga vigente y tenga mayor alcance.

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Un propósito de año nuevo: un plan para el final de la vida

Nuestra vida está en muchos sentidos influenciada y acompañada de rituales. Es costumbre añeja que muchos de nosotros, ya sea de manera abierta y pública o bien como un ejercicio más íntimo y personal, nos propongamos cambios positivos o metas por alcanzar en cada año que comienza.  De esa forma, el primero de enero el ponemos el contador en ceros y queda por delante una ventana de 365 oportunidades para hacer o conseguir grandes cosas. Basados en esta costumbre nos proponemos metas de superación personal, mayor voluntad para erradicar malos hábitos o bien darnos la oportunidad para conseguir aquellos viajes o sueños pendientes.

La lista es personal y puede ser muy variada. Sin embargo, dentro de esta es seguro que ninguna persona incluye a la muerte como una posibilidad y mucho menos como un propósito. No obstante, el influjo de la muerte es una realidad que nos acecha de manera constante y con cada año que pasa se hace más palpable. Reflexionar acerca de esta realidad es una necesidad imperiosa y por ello dentro de la lista de propósitos de año nuevo, incluir la necesidad de realizar un plan para el final de la vida no es sólo una buena idea, sino que es una obligación tanto o más importante que perder algunos kilos, viajar al extranjero o cambiar de empleo. Por ello, en este nuevo año que comienza, morir chingón te invita a reflexionar acerca de la muerte propia y a aprovechar la fecha del primero de enero como una ventana para alcanzar este propósito que a todas luces traerá beneficios para ti y tu familia.

Así que además de las propuestas de hacer deporte, reducir tallas, aprender algún idioma o dejar algún vicio, es muy positivo incluir también tener un plan para el final de la vida. Considera que, ante las grandes transformaciones que te implican tus propósitos, y en particular encarar a la muerte, necesitas buscar la fuerza, la voluntad y la motivación en tu motor interno. Por otro lado, en particular para saber qué hacer y por dónde empezar con tu plan para el final, morir chingón te puede ser de utilidad y un buen comienzo es visitar www.morirchingon.com.

¡Felices fiestas y un muy próspero año nuevo para todos nuestros lectores!

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Obstáculos de un plan de previsión

Posiblemente el peor enemigo de la previsión para el final de la vida es uno mismo influenciado por el efecto que producen las propias creencias y posturas personales que tomamos con respecto de la muerte. Es común evitar este tema por lo que es usual que tengamos falta de información en relación con la muerte. Por otro lado, la actitud pasiva colectiva de confrontación a la muerte tampoco ayuda mucho ya que el mismo ambiente en el que nos desenvolvemos respalda de alguna manera nuestra actitud. Siguiendo este contexto, a continuación, enlistamos algunas de las ideas o posturas comunes acerca de la planeación para el final de la vida que nos obstaculizan para tomar las acciones correctas para construir un plan integral y eficaz:

Hablar de la muerte, atrae a la muerte. Este es un mito popular y se considera hasta de mal gusto evocar temas de esta naturaleza. Lo cierto es que no hablar de la muerte tampoco la evita. Nos guste o no, la muerte nos alcanza a todos y tener un plan de previsión para el final de la vida cuidará de la dignidad y los intereses de todos los afectados. Un plan para el final de la vida es mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo.

Ya tengo testamento. Si bien, el testamento es un elemento fundamental en todo plan de previsión, lo cierto es que no resulta suficiente. El testamento menciona quiénes son los herederos, pero no necesariamente los pormenores de la herencia. Por otro lado, que pueden actuar de manera independiente al testamento como los son pólizas de seguros de vida o cuentas bancarias e inversiones. Es importante que todas las piezas de un plan estén actualizadas y que exista la debida congruencia entre ellas. También hay que considerar dejar indicaciones sobre los detalles de la herencia y dónde ubicarlos. Esto último, por su trivialidad, suele pasar desapercibido, pero es fundamental.

La familia lo podrá arreglar, si bien esto resulta una constante en la mayoría de los hogares, lo cierto es que nadie cuenta con la experiencia o los recursos para solucionar las implicaciones de la muerte de manera sencilla y eficaz. La realidad nos indica que las familias suelen hacerse cargo de esta situación simplemente por no tener alternativa.

No tengo dinero y hay otras prioridades, la falta de recursos es sin duda un obstáculo práctico, sin embargo, además de que no resulta oneroso, el plan para el final de la vida es una prioridad que debe de estar considerado en todo presupuesto familiar.

Aún hay tiempo, cuando se habla de la muerte propia, la realidad es que solemos ser más optimistas que realistas. La verdad es que la muerte alcanza a todos y a veces antes de lo esperado.

Morir Chingón es una lectura al alcance de cualquiera que busque construir un plan integral para el final de la vida que apoye de manera efectiva a todos los involucrados. Encuéntralo en las principales plataformas digitales como amazon.com.mx, gandhi.com.mx, barnesandnoble.com entre muchas otras. La página morirchingon.com así como el canal YT contienen información que también es de mucha ayuda.

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Plan en pareja

Para muchas familias hace sentido que la cabeza y responsable de esta sea la persona indicada y obligada a realizar un plan para el final de la vida y la sucesión. Sin embargo, ¿qué habría que decir de su pareja? Independientemente del rol de participación de la pareja en la familia, no sólo hace todo el sentido del mundo que también tenga un plan de esta naturaleza, sino que también está obligada a hacerlo. Desde luego, entre más activo sea el rol de la pareja en la participación de la economía o patrimonio de la familia, más elementos necesitará en su plan.

Es importante considerar que, por ejemplo, el testamento y la voluntad anticipada son documentos personales e individuales que no se pueden otorgar en pareja o en familia. También es común que haya separación de cuentas bancarias e inclusive es posible que cada uno de los esposos tenga algún tipo de beneficio laboral que pueda ser extendido al otro o a los hijos en caso de fallecimiento.

Por otro lado, dentro de la planeación, es importante considerar que hay elementos que deben de estar coordinados entre la pareja. Por ejemplo, dentro del testamento el nombramiento de tutores y curadores para los hijos menores de edad en caso de faltar ambos padres. También es importante considerar otros aspectos que influyen en la estructura del plan como lo pueden ser el régimen de matrimonio, edad de los hijos, beneficios a los que se podría acceder y todas aquellas distintas variables que existan y que debiesen de ser consideradas para asegurar un plan que salvaguarde la dignidad y los intereses de los involucrados.

Planificar para el final de la vida y tomar las decisiones correspondientes es un ejercicio individual y personal. Sin embargo, resulta valioso y positivo abordar el tema en pareja reconociendo que algunos elementos o decisiones tendrán coincidencias. Morir Chingón es un libro y website al alcance de cualquiera que busque construir un plan integral para el final de la vida que apoye de manera efectiva a todos los involucrados. Búscalos en tu navegador de preferencia.