El hecho de morir y de cómo hacerlo no es un tema que apele nuestra atención ni que mantenga nuestras mentes ocupadas. Es más, para la mayoría de las personas resulta preferible no prestar demasiada atención al tema y permanecer en una especie de negación interpretativa. Sin embargo, esta postura no aleja a la muerte ni tampoco modifica el hecho de que planificar para el final de la vida es una buena idea.
Si apuntamos a morir bien, es innegable que hay mucho en qué pensar, hay decisiones por tomar y existen diligencias por hacer. Esta tarea puede resultar abrumadora para muchos, no sólo desde la perspectiva práctica que implica, sino también desde el esfuerzo emocional que demanda. Reflexionar acerca la muerte propia, así como pensar en las repercusiones y necesidades de aquellos quienes se quedan requiere enfoque e intención.
Una buena práctica en este proceso, por razones obvias, es hacerlo con tiempo y de forma oportuna. Es mejor hacer este plan mientras estemos enteros y sanos que tratar de planificar de urgencia y de último momento. Un plan para el final de la vida es mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo. Un buen comienzo es reflexionar y hacer las paces con la muerte. Todos morimos en algún momento y reconocer esta realidad de manera franca y pronta ayuda en el proceso de aceptación. Esto resultará fundamental para emprender cualquier acción de planeación.
Muchas decisiones y tareas están por delante. Las acciones y caminos a seguir en la etapa final, los tratamientos médicos a recibir y otras decisiones que anticipemos guiarán el tipo de vida que llevaremos mientras la muerte nos alcanza. Suscribir una voluntad anticipada, planificar un funeral, así como otorgar un testamento y demás actividades relativas a la sucesión serán el tipo de diligencias y acciones que deberán de ser realizadas oportunamente.
Otra buena idea es tratar de dejar de lado lo que no entendemos y desconocemos acerca de la muerte. Si bien la parte espiritual y mística acerca de esta y lo que representa es un pensamiento que parece congruente a la situación, la realidad es que sólo nos provoca ansiedad y nos roba tiempo valioso. Perderse en este idealismo incognoscible, no agrega valor a la planeación y sí resta enfoque a las tareas y diligencias sobre las que podemos actuar.
Entre más seamos capaces de aceptar la muerte y hablar de ella, más sencillo será planificar para ese momento para proteger la dignidad y los intereses de todos los involucrados. Una buena recomendación es leer “Morir Chingón” el cual es un libro especializado en el final de la vida y al alcance de cualquiera. Es un material didáctico que nos acerca a la muerte de forma eficaz y permite reflexionar acerca de ese momento. Nos guía en tomar las decisiones y acciones que llevan a construir un plan integral que cuide de nosotros y de quienes más queremos.