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Final de la Vida

¿Eutanasia por propia mano?

En México y en general en muchos otros países las opciones al final de la vida son escasas y limitadas. Para muchas personas en fase terminal, el dolor y el sufrimiento son la única opción aun y cuando como sociedad la mayoría coincidiría en que debiésemos de merecer algo mejor.

¿Por qué estar condenados a padecer la muerte en un mundo que entiende la salud y la enfermedad mejor que nunca?

Desafortunadamente, la eutanasia o el suicidio asistido como opciones viables y dignas se evitan en las discusiones legislativas simplemente porque el largo brazo de la falsa moral, la religión y las cadenas de los prejuicios sociales alcanzan hasta al más justo. La decisión de morir, y de cómo hacerlo, es personal y de nadie más. Si bien es cierto que las soluciones mencionadas han encontrado eco en algunos países más avanzados, también es cierto que no están libres de críticas, ineficacias y detractores. La muerte sigue siendo el tabú más grande dentro de «jaula social» y hasta que no le demos el protagonismo que merece será poco posible que avancemos hacia opciones más eficaces y dignas para el final de la vida. En México, por ejemplo, existe la ley de voluntad anticipada desde el año 2008. Quince años después, este documento ha sido inscrito sólo por un puñado de personas, su alcance aún no es nacional y las instituciones son poco eficaces en garantizar su difusión y aplicación.

¿Cómo podríamos abrir una discusión más constructiva sobre un tema que preferimos dejar olvidado en un cajón? ¿Cómo podríamos esperar evolucionar hacia propuestas más eficaces si las que existen apenas son conocidas y utilizadas?  

Dentro de las propuestas más disruptivas e innovadoras, existe una discusión hipotética en algunos foros acerca de la “pastilla” de eutanasia. Un medicamento de libre acceso para la población que podría ser empleado por propia mano para terminar con una vida de sufrimiento y dolor. En este caso, no sería necesaria la intervención de terceras personas en asistir al enfermo con la decisión de terminar con su vida.  Si bien, todavía es una hipótesis, no cabe duda que es una propuesta provocativa que merece una evaluación seria.

Quizá la solución más efectiva para el final de la vida esté más allá de toda burocracia y objeción de conciencia. Quizá debamos de evitarnos el tortuoso camino de una discusión evolutiva y brincar de una vez por todas a una solución radical. Debiésemos de respetar el derecho de todos, incluidos el de aquellos que por sus creencias o posturas personales preferirían no involucrarse en tan significativa decisión. Una solución autoinfligida deja sin aplicación práctica la objeción de conciencia y no necesita de mayores equipos o de acompañamiento profesional. Si bien esta propuesta requiere de más análisis sobre su viabilidad práctica y científica, resulta en una idea que debe de ir más allá del terreno de la hipótesis. No cabe duda que debemos de avanzar hacia propuestas más dignas y humanas y no podremos dar el siguiente paso si nos mantenemos atascados en donde hemos estado desde hace décadas. 

Adicional a la decisión de terminar con la vida por propia mano, también es importante recordar que existe la obligación de hacerlo con responsabilidad y considerando los impactos emocionales, funerarios y sucesorios que esto traerá para aquellos que se quedan. Si bien el libro Morir Chingón no aborda el tema de este breve artículo, sí propone la idea de morir con dignidad y con la responsabilidad de contar con un plan para el final de la vida que proteja la dignidad e intereses de todos los involucrados. Busca en internet más sobre el proyecto y el libro.

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