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Previsión

La falta de previsión ¿es un problema moral?

De manera consistente, las personas opinan que es importante planificar para el final de la vida. Por ejemplo, consideran relevante tener un testamento, mantener los asuntos en orden y expresar la última voluntad a la familia por mencionar algunas cosas. Muy poca gente, si no es que nadie, opina que prepararse para ese momento es absurdo, que es una pérdida de tiempo o que representa una acción que carece de valor. Después de todo quién podría quererle hacer daño a su familia o bien, quién quisiera vulnerar la dignidad propia. Resulta razonable la postura general, pero paradójica y sorpresiva resulta la realidad ante el hecho de que la gran mayoría de las personas morirán sin haber planificado absolutamente nada.

No es de sorprender que en la realidad al menos 7 de cada 10 morirán en circunstancias que no creyeron siquiera posibles; 6 de cada 10 experimentarán una “mala muerte”; 96% heredarán problemas a su familia y 98% ni siquiera anticipará el destino de su cuerpo. Desafortunadamente, la muerte sorprende a la gran mayoría y los efectos de esto en la persona y en la familia pueden ser devastadores. Deudas, conflictos, mayor dolor, vulnerar la dignidad, estrés y hasta pérdida de patrimonio son sólo algunos de los daños que la falta de previsión ocasiona en los involucrados. Si bien, se pueden identificar algunas de las causas generales que influyen en la falta de previsión, lo más importante para reflexionar son aquellas causas personales que evitan que tengamos un plan de esta naturaleza. El verdadero responsable de que esto suceda, o no, lo vemos al espejo todos los días. Se puede inferir, por lo mencionado al principio, que entre las causas no está la falta de razón o de conciencia al respecto. La causa parece que se encuentra arraigada más adentro y el cambio sólo emergerá de la disposición a la responsabilidad que cada quien tenga.

 ¿Será pues un problema moral y no intelectual el que aqueja a la sociedad con respecto a la falta de previsión?

El primer paso para ir desde donde estemos hacia donde debiéramos estar es reconocer exactamente dónde estamos parados y qué nos mantiene ahí. A partir de este conocimiento podemos comenzar a dar los siguientes pasos. Un buen plan para el final de la vida comienza reflexionando con pertinencia y oportunidad acerca de la muerte propia. En este blog, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de este tema y cómo construir ordenadamente un plan eficaz para el final de la vida. Después de todo, como apuntó Hemingway «lo único que nos separa de la muerte, es el tiempo».

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