Al menos desde el siglo pasado, existen tesis y estudios serios que proponen que el miedo a la muerte nos hace tomar una actitud negacionista y protegernos con “narrativas piadosas” para blindar la autoestima contra el dolor que nos provoca la idea de morir. Esta especie de negación interpretativa deviene en una postura pasiva que en el fondo provoca que la mayoría de la gente inconscientemente evite pensar en el tema y por consecuencia muera sin tener un plan para el final de la vida. Esta postura de negación, si bien aliviosa en el corto plazo, aleja la reflexión necesaria para poder entender las implicaciones de la muerte propia y paradójicamente termina afectando lo más valioso: la dignidad y la familia. Lo interesante de este absurdo resulta que las mentiras que nos contamos a nosotros mismos prevalecen aun cuando la realidad alrededor indica lo contrario: hoy por hoy, la falta de previsión para el final de la vida es el dolor silencioso que más afecta a las familias. Se parece en cierto sentido a la actitud prevalente ante el cambio climático. Perdemos más el tiempo tratando de convencernos de que no existen pruebas sólidas que sustenten que el planeta se está calentando o bien queremos creer que la ciencia nos proveerá con soluciones oportunas e innovadoras o quizá simplemente no queremos hacer a un lado nuestro cómodo estilo de vida y mantenemos una postura indiferente ante el tema a pesar de las desgracias cotidianas que son derivadas de este fenómeno y que suceden por doquier.
La gente en general, con respecto a temas que requieran anticipar el futuro, suele mantener una actitud impasible que se apuntala en el confort y la autocomplacencia que, si bien vulnera la propia dignidad y el bienestar familiar, en la práctica parece mejor opción que hacerse cargo de lo que corresponde. En el fondo, las personas carecen de la voluntad moral suficiente para afrontar la responsabilidad que les corresponde y con ello perpetúan el estado de indiferencia. Esta postura, como se ha mencionado, no sólo interviene en la previsión para el final de la vida, sino que la vemos activa en otros ámbitos de previsión como lo pueden ser la salud, el ahorro, el plan para el retiro y muy ostensiblemente ante el cambio climático.
Desafortunadamente, la previsión para el final de la vida, aunque debiese de ser para todos, parece que no es para cualquiera y por lo pronto el interesado en planificar para sí mismo y su familia tendrá que deshacerse de los lazos de adormilamiento colectivo y emprender el camino por su cuenta. El individuo interesado primeramente tendrá que mostrar una actitud responsable y contar con la automotivación suficiente que lo lleve a conseguir su objetivo. Afortunadamente no está solo. Morir Chingón nace con el propósito de ser un espacio educativo abierto a todos que busca ayudar a que cada persona planifique un final de vida digno y para su familia un duelo útil y una sucesión eficaz. Búscanos en Internet con el navegador de tu preferencia.