Posiblemente el peor enemigo de la previsión para el final de la vida es uno mismo influenciado por el efecto que producen las propias creencias y posturas personales que tomamos con respecto de la muerte. Es común evitar este tema por lo que es usual que tengamos falta de información en relación con la muerte. Por otro lado, la actitud pasiva colectiva de confrontación a la muerte tampoco ayuda mucho ya que el mismo ambiente en el que nos desenvolvemos respalda de alguna manera nuestra actitud. Siguiendo este contexto, a continuación, enlistamos algunas de las ideas o posturas comunes acerca de la planeación para el final de la vida que nos obstaculizan para tomar las acciones correctas para construir un plan integral y eficaz:
Hablar de la muerte, atrae a la muerte. Este es un mito popular y se considera hasta de mal gusto evocar temas de esta naturaleza. Lo cierto es que no hablar de la muerte tampoco la evita. Nos guste o no, la muerte nos alcanza a todos y tener un plan de previsión para el final de la vida cuidará de la dignidad y los intereses de todos los afectados. Un plan para el final de la vida es mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo.
Ya tengo testamento. Si bien, el testamento es un elemento fundamental en todo plan de previsión, lo cierto es que no resulta suficiente. El testamento menciona quiénes son los herederos, pero no necesariamente los pormenores de la herencia. Por otro lado, que pueden actuar de manera independiente al testamento como los son pólizas de seguros de vida o cuentas bancarias e inversiones. Es importante que todas las piezas de un plan estén actualizadas y que exista la debida congruencia entre ellas. También hay que considerar dejar indicaciones sobre los detalles de la herencia y dónde ubicarlos. Esto último, por su trivialidad, suele pasar desapercibido, pero es fundamental.
La familia lo podrá arreglar, si bien esto resulta una constante en la mayoría de los hogares, lo cierto es que nadie cuenta con la experiencia o los recursos para solucionar las implicaciones de la muerte de manera sencilla y eficaz. La realidad nos indica que las familias suelen hacerse cargo de esta situación simplemente por no tener alternativa.
No tengo dinero y hay otras prioridades, la falta de recursos es sin duda un obstáculo práctico, sin embargo, además de que no resulta oneroso, el plan para el final de la vida es una prioridad que debe de estar considerado en todo presupuesto familiar.
Aún hay tiempo, cuando se habla de la muerte propia, la realidad es que solemos ser más optimistas que realistas. La verdad es que la muerte alcanza a todos y a veces antes de lo esperado.
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