De acuerdo con algunos estudios, la mayoría de las personas estarían dispuestas a recibir una maniobra de reanimación (RCP). Sin embargo, muy pocas conocen las implicaciones y las posibles consecuencias de esta. En la práctica, pocos están conscientes de los pormenores de la maniobra y quizá lo más cercano que se ha estado a ella es a través de las historias de las películas y programas de televisión. No obstante, la realidad es muy distinta la ficción y debemos de considerar que el objetivo principal de la industria del cine es entretener y no educar. La tasa de supervivencia de un paciente atendido en un quirófano por personal calificado, monitoreo preciso y equipo adecuado es de alrededor del 20%. La tasa de supervivencia de una persona atendida lejos de un hospital es menor al 7% y, en cualquier caso, solamente un puñado de estas personas saldrán caminando de la experiencia sin presentar secuelas. Las consecuencias del RCP en el mejor de los casos implican costillas rotas o heridas ocasionadas por la intubación. En muchos casos, estas pueden ser más severas como por ejemplo presentar daños neurológicos derivados de la falta de oxigenación. Adicionalmente, es importante considerar que las probabilidades de supervivencia y sus efectos secundarios, siempre estarán supeditados a diversos factores como la edad, condición física o padecimientos existentes. Todo ello podrá influir a que la probabilidad de supervivencia disminuya significativamente.
Si las personas estuviesen más conscientes de las verdaderas consecuencias y posibilidades que presenta la maniobra de reanimación, quizá estuviesen más abiertas a evaluar la posibilidad de negarse a recibirla. De la misma manera, estar mejor informados sobre las implicaciones del final de la vida, podría influenciar al paciente a evaluar rutas alternativas y a ser más objetivo sobre la decisión de recibir (o no) tratamientos médicos que pretendan prolongar su vida de manera artificial.
La distorsión que existe entre las expectativas y la realidad proviene en gran medida de la falta de información no sólo del ámbito médico, sino también del jurídico. Este desconocimiento lamentablemente no sólo es un tema de desinformación, sino que tiene su origen en la falta de interés que tenemos con respecto a las implicaciones del final de la vida, y en general del afrontamiento pasivo que tenemos ante la muerte. La decisión de establecer una estrategia efectiva que proteja la dignidad en el final de la vida es puramente personal y esta será más eficaz en la medida en que la estemos mejor informados. Es una responsabilidad personal educarse al respecto y es recomendable conocer mecanismos afines como por ejemplo la voluntad anticipada, ordenes de “no resucitar”, o bien cualquiera que esté orientada a salvaguardar la dignidad del paciente y que aplique en la legislación en la que nos ubiquemos.
En el libro “morir chingón” así como en el sitio web o canal de YT del mismo nombre podrás encontrar información pertinente que te permite informarte para establecer un plan eficaz para del final de la vida.