Categorías
Funeral y duelo

Ordenar antes de morir (Döstadning)

La muerte de un ser querido no solamente trae dolor a la familia, sino que también les acarrea diversas actividades. Una de estas actividades se enfoca en la limpieza del hogar junto con la selección y acomodo de las pertenencias de quien se fue. Por ello, limpiar y ordenar también las pertenencias personales antes de morir resulta ser una actividad generosa que apoyará a la familia durante un momento que a todas luces les será difícil. Esta idea es popular en Suecia y en aquel país hasta existe una palabra para nombrarlo: «Döstadning», que significa literalmente ‘limpieza antes de morir’ y en términos generales, se refiere a ordenar y limpiar nuestras pertenencias antes de partir.

Esta tarea no solamente ahorrará tiempo a la familia, entre otras cosas, también les evitará tomar decisiones difíciles sobre qué conservar y qué desechar. Si ahondamos un poco más en esta propuesta, podríamos también argumentar que no solo resulta benéfico para la familia sino también para uno mismo. Nos permite mantener un hogar ordenado, un closet limpio de ropa que no usamos, los archiveros o cajones sin papeles inútiles y en general una casa libre de cosas que ya no usamos. Este ejercicio, se puede emprender de forma cotidiana a partir de cualquier edad adulta y ayuda a tomar balance en la vida y a hacerla más simple.

Para todo aquel lector que desee conocer más acerca de este concepto, puede buscar bibliografía al respecto y en particular leer a Margareta Magnusson con su libro “el arte sueco de ordenar antes de morir”. Por otro lado, el libro Morir Chingón también ofrece la oportunidad de abordar el final de la vida de manera integral y aprender acerca de lo que se debe de hacer para poder establecer un plan completo y efectivo que proteja la dignidad e intereses de todos los involucrados.

Categorías
Funeral y duelo

Resignación o resiliencia para afrontar la pérdida

No son pocas las veces que leemos o escuchamos entre las personas deseos de pronta resignación para aquellos que están experimentando una pérdida y que transitan por el difícil camino del duelo. A primera vista, este deseo pudiera parecer empático y hasta legítimo, sin embargo, es en realidad torpe. El duelo no es un malestar del que haya que recuperarse y la resignación no es, ni debiese de ser una cura para afrontar la pérdida. Cuando la pérdida que se encara no es relevante, la lógica nos indica que el cambio es natural y que debemos de aceptarlo para seguir adelante. Si bien, esta es una postura esperada por la mayoría, la verdad es que las personas necesitan tiempo para adaptarse a la pérdida y más aún cuando esta se refiere a algo más trascendente como aquella derivada de la muerte de un ser amado. El hecho de haber perdido a un ser querido nos enfrenta con la realidad de que las cosas no volverán a ser lo mismo, y en este sentido, el mayor desafío que nos presenta el duelo es el hecho de sobrepasarlo a través de la resignificación efectiva de la pérdida.  La resignación como cura, implica adoptar una actitud de aceptación pasiva que nos ahoga en el dolor hasta que el tiempo nos ayuda a olvidarlo o al menos a amortiguarlo. Algo muy distinto es aceptar la pérdida y entablar un proceso de resignificación de la relación con quien se fue y obtener un valor tangible de ello. A través de ganar profundidad y conciencia de la misma pérdida, el deudo va otorgando un nuevo valor a lo que se tiene y con el tiempo va asimilando las lecciones que esta pérdida le enseña. En otras palabras, la aceptación nos llama al aprendizaje y a construir una narrativa coherente que simbolice y dé significado a los cambios que ha dejado la pérdida y que modifican la realidad para siempre. Esto lleva tiempo y a medida que este transcurre, el individuo va encontrando en medio de la adversidad algo positivo que le va agregando valor y oportunidad a su experiencia. La resiliencia es pues el camino para afrontar la pérdida y el deudo necesita de apoyo y tiempo para poder sobrellevar este difícil desafío y extraer un valor tangible de la vivencia.

Morir Chingón es una lectura al alcance de cualquiera y entre muchos consejos sobre la previsión para el final de la vida, también nos describe el proceso del duelo y nos enseña lo que la pérdida significa y el desafío que implica. De manera práctica nos guía para poder establecer acciones concretas para que nuestros seres queridos transiten por un duelo útil cuando enfrenten la difícil experiencia de nuestra partida.       

Categorías
Funeral y duelo

El crimen del abandono

La vida nos obliga a renunciar a cosas y a personas que apreciamos y nos lleva a transitar desde temprana edad por una serie de cambios en los que la pérdida forma parte de muchos de ellos. Toda pérdida evoca una emoción de dolor que se relaciona con la privación o ausencia de lo que tuvimos en algún momento. El duelo resulta ser una labor de reconstrucción de significados que está lleno de caminos que pueden ser elegidos o descartados. En ocasiones, solemos ver el luto como una causa que convierte a las personas en víctimas pasivas que son obligadas a superar una situación adversa sobre la que tienen poco o nulo control. Sin embargo, esto no es así. Cada camino que se toma tiene una lección para enseñar y en cierto modo, el sentido del duelo resulta ser el duelo mismo. Cada persona que transita en esta senda tiene la obligación de aceptar estas diferentes rutas junto con todos los desafíos que cada una le representa. Por ello, es importante considerar que morir sin planificar nada dejará a la familia un duelo lleno de obstáculos, trabas y problemas. En muchos sentidos, el desorden y el desinterés que mostramos en vida trascenderán nuestra existencia y se materializarán en la familia en altos niveles de ansiedad y angustia. Heredar problemas, entre otras cosas, prolonga innecesariamente el dolor y puede llegar a desencadenar más contrariedades e influir en la mala toma de decisiones y acciones.

Cuando no planificamos para el final de la vida y dejamos a la familia a su suerte, el sentido del dolor puede llegar a ser el dolor mismo y esta experiencia carece totalmente de valor. Un proceso lleno de obstáculos e ineficiencias llena el espacio con sentimientos inútiles que sólo flagelan más a las personas. La familia no necesita encarar más dificultades, ya tienen suficientes desafíos con la situación que enfrentan. El peor sentimiento de dolor y abandono surge al darse cuenta que el mundo alrededor sigue su rumbo, cuando el personal se está derrumbando. Abandonar a la familia a su suerte, no es pues un descuido, es en verdad es un crimen.