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Previsión

Día del padre y día de duelo

El día del padre ha sido una celebración que acompaña a muchos hogares desde hace tiempo. Si bien es cierto que en general se aborda como un día para honrar y festejar a la figura paterna, para muchos hogares que han sufrido la pérdida del padre puede ser un día de tristeza, dolor y emociones encontradas. Esto es especialmente cierto y hasta más intenso para aquellas familias que recientemente han experimentado la pérdida del festejado.

Las manifestaciones del duelo afectan de distintas maneras a distintos individuos. Es una experiencia individual y es tarea de cada persona aprender a enfrentar el dolor y a encontrar medios para sobreponerse a las emociones que le provocan la pérdida de su ser querido. Afrontar el duelo de un padre puede ser un reto y este impacto emocional puede surgir de manera más intensa en un día que nos recuerda a quien se fue. No existe una manera correcta o incorrecta para abordar el duelo y en general las emociones propias de esta experiencia tienden a disminuir con el tiempo y hacerse más tolerables.

Si bien el duelo es un proceso complejo e individual, en general las personas se adaptan y aprenden a vivir con la pérdida. Sin embargo, con lo que es imposible aprender a vivir es con las complicaciones y problemas que ocasiona la falta de previsión de la persona que falleció. No es posible pedirle a la familia que aprenda a vivir con los impactos económicos y conflictos que la falta de testamento les provoca. No es posible querer que la familia aprenda a convivir con deudas que pudieron ser evitadas. No es posible exigirle a nadie que aprenda a vivir tratando de buscar el patrimonio que se dejó atrás, así como intentando entender y arreglar los asuntos que dejamos sin resolver. La falta de previsión para el final de la vida no sólo exacerbará las emociones propias del duelo, sino que además le resta valor a la experiencia.

En este día del padre, la mejor manera de honrar a la familia es dándose la oportunidad para comenzar a hablar acerca de la muerte y empezar hoy mismo con las actividades y decisiones necesarias para establecer un plan eficaz para el final de la vida. Morir Chingón contiene información relevante que puede ayudar a la familia en este camino.

“El legado es la persona definitiva en la que nos convertimos” Mecha Constantine

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Final de la Vida

Sé amigable con tu «yo» del mañana

Para la mayoría de las personas resulta difícil vincular el “yo” del hoy con el “yo” del mañana e inconscientemente las podemos considerar como dos personas diferentes. No obstante, es obvio que ese “yo” futuro será la misma persona de hoy, pero estará influenciada por las circunstancias y realidades del momento, así como por aquellas que hayan ocurrido en el tiempo. Si bien, ese “yo” del futuro no se puede prever a cabalidad y es imposible anticipar las circunstancias en las que devendrá, echar mano del optimismo y depositar nuestra confianza en la buena fortuna no son estrategias astutas. Creer, o querer creer, que la realidad, contexto o circunstancias futuras serán similares a las actuales es una percepción ingenua y acotada que en la práctica resultará estar equivocada. Lo cierto es que el día de mañana seremos la misma persona, pero sujeta a circunstancias, necesidades y capacidades físicas distintas.

Muchos nos negamos a reconocer esta realidad. No hay más que mirar alrededor para encontrar que las oportunidades laborales, las condiciones de salud o las necesidades económicas, por mencionar sólo algunas, son diferentes para las personas de mayor edad y en muchos casos estas circunstancias les resultan adversas. Si bien, envejecer es una realidad que espera a todos, para aquel que nunca ha planificado nada a este respecto la realidad le resultará más desfavorable. Esto no sólo cobra relevancia al considerar la previsión para el final de la vida, sino también la prevención en otros aspectos como lo pueden ser la jubilación o la salud.

Seguramente la gran mayoría está plenamente consciente de que algún día será mayor y que tendrá que pensar en retirarse, sin embargo, parece que la mayoría cree que las circunstancias futuras serán las mismas y que podrá mantenerse productivo con el mismo nivel de vida. De la misma forma nos ocurre al pensar en particular sobre la muerte propia. Sabemos que nos vamos a morir, pero nadie cree que esto pueda ocurrir en cualquier momento ni que necesite de previsión.

Es complicado reconocer a ese “yo” futuro que va a enfrentar la vejez, el deterioro de la salud, posibles adversidades del entorno e inexorablemente encarar una etapa terminal y la muerte. La incapacidad de anticipar lo obvio y la costumbre de mirar hacia otro lado es la razón que nos quitará la capacidad de transitar el día de mañana de una manera más digna.  Esta restricción auto impuesta nos aleja de reflexionar acerca de la muerte propia y de la consecuente construcción de un plan que salvaguarde lo más valioso cuando el momento nos alcance. Por eso hay que ser más amigables con el “yo” del mañana y hacer lo conducente el día de hoy.

Morir chingón te invita a romper este círculo y a conversar abiertamente de la muerte para mitigar los problemas que ocasiona la falta de previsión para el final de la vida. En la página y el libro del mismo nombre encontrarás información relevante que te ayudará en esta tarea y así lograr establecer un plan eficaz e integral para el final de la vida que proteja la dignidad personal y los intereses de todos los involucrados.

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Final de la Vida

Final de la vida, ¿y a quién le interesa?

Perder el interés en ciertos aspectos o estímulos de la vida no es anormal ni tampoco poco frecuente. Por diversas causas mucho es lo que nos deja de llamar la atención. Perdemos el interés en empleos, amistades, planes, proyectos y hasta en las relaciones amorosas. Perder el interés en algo, si bien no siempre resultará perjudicial, si enciende una alerta que nos obliga a indagar más acerca de ese cambio de actitud. Esta reflexión nos ayudará a entender mejor nuestra postura y a tomar las acciones y decisiones más adecuadas para afrontar de manera eficaz la situación que nos aqueja. De manera similar existen también aspectos que, aunque resultan importantes en nuestra vida, no son de nuestro interés. Dentro de estos se encuentra la falta de interés por planificar para el final de la vida.   

Resultaría difícil enumerar los distintos motivos por lo que podría surgir la falta de interés en algo, ya que estos estarían en la mayoría de los casos en relación directa y personal con el aspecto o estímulo de que se trate. Sin embargo, el origen de la falta de interés en el final de la vida, entender sus consecuencias y establecer la previsión pertinente podría tener algunas causas comunes:

En primer lugar, podríamos mencionar que puede tratarse de un mecanismo natural para escapar del dolor. Toda pérdida evoca dolor y la muerte no es una excepción. Cuando el estímulo rebasa los límites emocionales de una persona, la evasión o negación son mecanismos de defensa habituales de la mente.

En segundo lugar, el exceso de confianza y dar la vida por sentado es un aspecto que nos aleja del interés necesario que requiere la previsión para el final de la vida. Es obvio que nadie tiene la vida comprada y tener una apreciación objetiva y realista sobre la muerte es un elemento fundamental para actuar en este sentido. Por el contrario, creer o sentir que se tiene garantizada la vida, es un simple placebo que nos invita a relajarnos y a bajar la guardia.

Otro elemento que nos impide enfocarnos en lo importante, quizá sea la cotidianeidad que abruma nuestra mente y nos deja atrapados en el terreno de lo inmediato. La rutina y los retos del día a día roban nuestro enfoque y limitan nuestra capacidad de atención hacia aspectos futuros. Necesitamos escapar de esta espiral absorbente y poner nuestra atención en otros temas que son también relevantes.

Por último, podemos mencionar que otra característica que nos aleja de la reflexión necesaria para establecer un plan eficaz para el final de la vida, es precisamente evadir la responsabilidad moral que tenemos a este respecto. Quizá podemos argumentar que esto es la consecuencia de todo lo anterior, sin embargo, una manera práctica de darle la vuelta a esta espiral tóxica, es precisamente reconocer esta responsabilidad personal y estar dispuestos a aceptarla. Planificar para el final de la vida es una tarea ineludible que protegerá la dignidad e intereses de todos los involucrados cuando ese momento nos alcance. Paradójicamente, menos del 5% de las personas afronta este proceso y logra establecer una estrategia.

Morir es un tema serio y por lo tanto planificar para ello también debería de serlo. El principio de un buen plan para el final de la vida comienza reflexionando sobre la muerte propia y es importante realizar esta reflexión con seriedad, pertinencia y oportunidad. El momento para pensar profundamente y charlar sobre este tema es hoy. En el libro “morir chingón” así como en el sitio web o canal de YT del mismo nombre podrás encontrar información pertinente que te permitirá informarte a este respecto y te ayudará a establecer un plan eficaz para del final de la vida.

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Previsión

¿Cómo planificar para morir chingón?

El hecho de morir y de cómo hacerlo no es un tema que apele nuestra atención ni que mantenga nuestras mentes ocupadas. Es más, para la mayoría de las personas resulta preferible no prestar demasiada atención al tema y permanecer en una especie de negación interpretativa. Sin embargo, esta postura no aleja a la muerte ni tampoco modifica el hecho de que planificar para el final de la vida es una buena idea.

Si apuntamos a morir bien, es innegable que hay mucho en qué pensar, hay decisiones por tomar y existen diligencias por hacer. Esta tarea puede resultar abrumadora para muchos, no sólo desde la perspectiva práctica que implica, sino también desde el esfuerzo emocional que demanda. Reflexionar acerca la muerte propia, así como pensar en las repercusiones y necesidades de aquellos quienes se quedan requiere enfoque e intención.

Una buena práctica en este proceso, por razones obvias, es hacerlo con tiempo y de forma oportuna. Es mejor hacer este plan mientras estemos enteros y sanos que tratar de planificar de urgencia y de último momento. Un plan para el final de la vida es mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo. Un buen comienzo es reflexionar y hacer las paces con la muerte. Todos morimos en algún momento y reconocer esta realidad de manera franca y pronta ayuda en el proceso de aceptación. Esto resultará fundamental para emprender cualquier acción de planeación.

Muchas decisiones y tareas están por delante. Las acciones y caminos a seguir en la etapa final, los tratamientos médicos a recibir y otras decisiones que anticipemos guiarán el tipo de vida que llevaremos mientras la muerte nos alcanza. Suscribir una voluntad anticipada, planificar un funeral, así como otorgar un testamento y demás actividades relativas a la sucesión serán el tipo de diligencias y acciones que deberán de ser realizadas oportunamente.

Otra buena idea es tratar de dejar de lado lo que no entendemos y desconocemos acerca de la muerte. Si bien la parte espiritual y mística acerca de esta y lo que representa es un pensamiento que parece congruente a la situación, la realidad es que sólo nos provoca ansiedad y nos roba tiempo valioso. Perderse en este idealismo incognoscible, no agrega valor a la planeación y sí resta enfoque a las tareas y diligencias sobre las que podemos actuar.

Entre más seamos capaces de aceptar la muerte y hablar de ella, más sencillo será planificar para ese momento para proteger la dignidad y los intereses de todos los involucrados.  Una buena recomendación es leer “Morir Chingón” el cual es un libro especializado en el final de la vida y al alcance de cualquiera. Es un material didáctico que nos acerca a la muerte de forma eficaz y permite reflexionar acerca de ese momento. Nos guía en tomar las decisiones y acciones que llevan a construir un plan integral que cuide de nosotros y de quienes más queremos.

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Final de la Vida

¿Es posible planificar una muerte libre de imprevistos?

Todos podríamos imaginarnos un escenario ideal sobre nuestra muerte y esperar que las cosas salgan como quisiéramos que lo hicieran. No obstante, al igual que en la vida, no todo está bajo nuestro control e inevitablemente algunas situaciones toman un curso inesperado. En el transcurso de nuestra vida, todos estamos conscientes de estas contingencias y, sin embargo, esto no nos impide establecer planes, llevar agendas o bien realizar reservaciones cuando se necesitan. Después de todo, sabemos que los imprevistos no nos justifican ser desordenados o indisciplinados en nuestra vida. De la misma manera, si bien no conocemos la fecha de nuestra muerte y mucho menos podemos anticipar las circunstancias sobre las que se dará, esto no nos justifica para no planificar para ello.

En vida, sabemos que fallar en planificar, es planificar para fallar. De la misma manera esto es cierto para la muerte. No planificar para el final de la vida es equivalente a planear para vulnerar la dignidad y afectar el bienestar de la familia. Planificar para el final de la vida, si bien no evitará los imprevistos, sí mitigará los efectos que nuestra muerte acarreará tanto a nosotros mismos como a nuestros seres queridos.

En este blog, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de la planificación para el final de la vida, así como a construir un plan eficaz para ese momento.

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Final de la Vida

¿En qué se parecen el papel higiénico y un plan para el final de la vida?

¿En qué se parecen el papel higiénico y un plan de previsión para el final de la vida? Se parecen en que los dos tienen que estar a la mano antes de necesitarlos. 😊 En fin, espero se me disculpe el uso de un poco de humor negro para reiterar la urgencia e importancia de contar con un plan de previsión para el final de la vida. Visita www.morirchingon.com para más información (seria) al respecto.  

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Previsión

Fallar en planificar es planificar para fallar

Se estima que más del 80% de las personas han pensado al menos una vez en la muerte propia. Sin embargo, a pesar de esta cifra, la gran mayoría de las personas falla en establecer un plan eficaz para ese momento. Quizá cuando pensamos en la muerte propia, lo hacemos sin importarnos demasiado porque la idea nos parece prematura o inclusive tétrica.

Por otro lado, cuando pensamos en realizar una celebración o un viaje procuramos establecer una planificación previa y no dejamos que las cosas se guíen por la improvisación o el azar ya que sabemos que si fallamos en la planificación las cosas pueden salir mal. Después de todo, quién quisiera realizar un evento o una travesía que pudiera estar llena de fallas, omisiones o sinsabores. Si esto es cierto durante la vida, ¿por qué fallamos en planificar para el final de esta? Fallar en planificar este importante acontecimiento es equivalente a planificar para vulnerar la dignidad propia y para lastimar aún más a la familia.

Si bien el principio de un buen plan para el final de la vida comienza reflexionando sobre la muerte propia, es importante realizar esta reflexión con seriedad, pertinencia y oportunidad. Morir es un tema serio y por lo tanto planificar para ello también lo es. El momento para pensar profundamente en este tema es ahora y considerar en establecer un plan integral para el final de la vida es una acción que hace todo el sentido. Morir es una experiencia humana y sería valioso movernos hacia una sociedad en donde se hable abiertamente de la muerte y en donde la voluntad de cada persona sea conocida y su legado esté bien articulado. No obstante, este cambio colectivo no es evolutivo, sino que se construye a partir del cambio individual.

Llegar ahí provocará una transición cultural bien reflexionada y deliberada que traerá múltiples beneficios. Este cambio de paradigma tendrá una influencia profunda no sólo en el cambio de actitud de las personas hacia la muerte sino también acarreará otros beneficios en el desarrollo de una legislación de muerte digna más humana, en mejores sistemas de salud y disponibilidad y eficacia de cuidados paliativos, así como en la difusión y mejora de los mecanismos de sucesión. Llegar hasta ahí nos dejará una sociedad más evolucionada y empática que abrace a la muerte como una experiencia humana y que reconozca al duelo como una oportunidad ineludible de crecimiento personal y no como una tragedia dolorosa sin valor. Nos acercaremos hacia una sociedad en donde la sucesión sea una tradición eficaz y no más una situación de transferencia de problemas y sinsabores.

En este blog, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de este tema y de cómo construir ordenadamente un plan eficaz para el final de la vida. Con tu compra apoyas a que este proyecto se mantenga vigente y tenga mayor alcance.

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Final de la Vida

Ignorar la muerte acarrea serias consecuencias a la familia

Ignorar a la muerte, así como obviar o minimizar las consecuencias que conlleva, tendrá un profundo efecto adverso en los involucrados.  Tanto la dignidad personal, aspectos emocionales y otros ámbitos económicos y familiares se verán vulnerados como consecuencia de la no previsión. Esperar al último momento para educarnos al respecto y de ahí tomar las previsiones adecuadas es una mala idea ya que el tiempo será una restricción importante y seguramente no podremos hacernos cargo de todo, y derivado de ello, provocaremos efectos irreversibles en el bienestar de todos los involucrados.

La muerte de una persona afecta a muchas almas y es importante tener en consideración los efectos que acarrea en cada quien. Pensar en afrontar una enfermedad terminal, un accidente o cualquier situación que encare a la muerte no es fácil, pero esta dificultad no justifica la actitud esquiva.    

Mucho del sufrimiento que conlleva la muerte a la persona y a la familia es el producto de la ignorancia acerca del tema. Esta situación se ha mantenido gracias a la cultura del silencio que existe sobre la muerte y a los paliativos artificiales que se esconden tras los rituales que hemos desarrollado como sociedad a través del tiempo.  La única solución existente para romper el ciclo es tan efectiva como disponible: hablar de la muerte abiertamente llevará invariablemente a hablar de cómo morir y de las consecuencias que traerá a la familia. Si bien hablar es importante, hacerlo oportunamente es aún más importante. Hablar de la muerte se hace en la sala de casa y no en la sala de cuidados intensivos.

Todos vamos a morir y no hay nada de malo en ello. Sin embargo, morir sin haber previsto o planificado nada, sí puede llegar a afectar la dignidad y a acarrear más dolor y daño a la familia. Lo malo de la muerte proviene de la negación de su posibilidad y lo peor que acarrea este suceso nace de no haber planificado para su llegada.

Un buen plan para el final de la vida comienza reflexionando con pertinencia y oportunidad acerca de la muerte propia y de sus consecuencias. En este blog, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de este tema y cómo construir ordenadamente un plan eficaz para el final de la vida.

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Obstáculos de un plan de previsión

Posiblemente el peor enemigo de la previsión para el final de la vida es uno mismo influenciado por el efecto que producen las propias creencias y posturas personales que tomamos con respecto de la muerte. Es común evitar este tema por lo que es usual que tengamos falta de información en relación con la muerte. Por otro lado, la actitud pasiva colectiva de confrontación a la muerte tampoco ayuda mucho ya que el mismo ambiente en el que nos desenvolvemos respalda de alguna manera nuestra actitud. Siguiendo este contexto, a continuación, enlistamos algunas de las ideas o posturas comunes acerca de la planeación para el final de la vida que nos obstaculizan para tomar las acciones correctas para construir un plan integral y eficaz:

Hablar de la muerte, atrae a la muerte. Este es un mito popular y se considera hasta de mal gusto evocar temas de esta naturaleza. Lo cierto es que no hablar de la muerte tampoco la evita. Nos guste o no, la muerte nos alcanza a todos y tener un plan de previsión para el final de la vida cuidará de la dignidad y los intereses de todos los afectados. Un plan para el final de la vida es mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo.

Ya tengo testamento. Si bien, el testamento es un elemento fundamental en todo plan de previsión, lo cierto es que no resulta suficiente. El testamento menciona quiénes son los herederos, pero no necesariamente los pormenores de la herencia. Por otro lado, que pueden actuar de manera independiente al testamento como los son pólizas de seguros de vida o cuentas bancarias e inversiones. Es importante que todas las piezas de un plan estén actualizadas y que exista la debida congruencia entre ellas. También hay que considerar dejar indicaciones sobre los detalles de la herencia y dónde ubicarlos. Esto último, por su trivialidad, suele pasar desapercibido, pero es fundamental.

La familia lo podrá arreglar, si bien esto resulta una constante en la mayoría de los hogares, lo cierto es que nadie cuenta con la experiencia o los recursos para solucionar las implicaciones de la muerte de manera sencilla y eficaz. La realidad nos indica que las familias suelen hacerse cargo de esta situación simplemente por no tener alternativa.

No tengo dinero y hay otras prioridades, la falta de recursos es sin duda un obstáculo práctico, sin embargo, además de que no resulta oneroso, el plan para el final de la vida es una prioridad que debe de estar considerado en todo presupuesto familiar.

Aún hay tiempo, cuando se habla de la muerte propia, la realidad es que solemos ser más optimistas que realistas. La verdad es que la muerte alcanza a todos y a veces antes de lo esperado.

Morir Chingón es una lectura al alcance de cualquiera que busque construir un plan integral para el final de la vida que apoye de manera efectiva a todos los involucrados. Encuéntralo en las principales plataformas digitales como amazon.com.mx, gandhi.com.mx, barnesandnoble.com entre muchas otras. La página morirchingon.com así como el canal YT contienen información que también es de mucha ayuda.

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Previsión

Plan en pareja

Para muchas familias hace sentido que la cabeza y responsable de esta sea la persona indicada y obligada a realizar un plan para el final de la vida y la sucesión. Sin embargo, ¿qué habría que decir de su pareja? Independientemente del rol de participación de la pareja en la familia, no sólo hace todo el sentido del mundo que también tenga un plan de esta naturaleza, sino que también está obligada a hacerlo. Desde luego, entre más activo sea el rol de la pareja en la participación de la economía o patrimonio de la familia, más elementos necesitará en su plan.

Es importante considerar que, por ejemplo, el testamento y la voluntad anticipada son documentos personales e individuales que no se pueden otorgar en pareja o en familia. También es común que haya separación de cuentas bancarias e inclusive es posible que cada uno de los esposos tenga algún tipo de beneficio laboral que pueda ser extendido al otro o a los hijos en caso de fallecimiento.

Por otro lado, dentro de la planeación, es importante considerar que hay elementos que deben de estar coordinados entre la pareja. Por ejemplo, dentro del testamento el nombramiento de tutores y curadores para los hijos menores de edad en caso de faltar ambos padres. También es importante considerar otros aspectos que influyen en la estructura del plan como lo pueden ser el régimen de matrimonio, edad de los hijos, beneficios a los que se podría acceder y todas aquellas distintas variables que existan y que debiesen de ser consideradas para asegurar un plan que salvaguarde la dignidad y los intereses de los involucrados.

Planificar para el final de la vida y tomar las decisiones correspondientes es un ejercicio individual y personal. Sin embargo, resulta valioso y positivo abordar el tema en pareja reconociendo que algunos elementos o decisiones tendrán coincidencias. Morir Chingón es un libro y website al alcance de cualquiera que busque construir un plan integral para el final de la vida que apoye de manera efectiva a todos los involucrados. Búscalos en tu navegador de preferencia.