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Final de la Vida

¿Vivir más o vivir sano?

Cuando establecemos un plan para el final de la vida, y en particular, cuando nos enfocamos en la etapa terminal, una de las preguntas obligadas a la que debemos de dar respuesta se refiere a la preferencia entre vivir “tiempo de vida” o “calidad de vida”. La obsesión de vivir más crece día con día y esto no es sólo una simple utopía, sino que los avances de la ciencia médica lo han vuelto una realidad. No obstante, esta persecución inconsciente de la inmortalidad está cayendo en la paradoja de dar importancia a vivir más, que no necesariamente significa vivir mejor. Actualmente muchas personas pasan enfermas los últimos años de su vida y sufren un deterioro progresivo en su calidad de vida y bienestar.

Los avances médicos permiten extender la vida de los pacientes, aunque no necesariamente esto implica que mejoren su diagnóstico o eviten los malestares propios de los padecimientos. Cada día es mayor el número de personas que fallecen en los hospitales y las unidades de cuidado intensivo erróneamente se están utilizando como una especie de hospicio dónde los enfermos pasan sus últimos días o inclusive meses. Esto no sólo llega a afectar la dignidad del enfermo, sino que los efectos adversos propios de la situación trascienden también a la familia y la afectan de muchas maneras tanto en lo emocional como en lo económico.

La esperanza de vida no es lo mismo que la esperanza de vida saludable y la primera se usa equivocadamente como un adjetivo que reemplaza a las dos. Enfocarse solamente en la cantidad de años vividos no resulta una medida adecuada de calidad de vida por lo que el paciente debe de estar más atento al diagnóstico y a las alternativas posibles. Navegar la mortalidad y sobre todo durante los últimos años de vida implica establecer una prioridad clara sobre lo que significa vivir con calidad. El bienestar de la persona debe de abordarse de manera integral y no solamente desde la óptica médica y el tratamiento invasivo de sus padecimientos. No podemos ignorar otros aspectos fundamentales como lo pueden ser la salud mental y el estilo de vida.  

Es innegable que las circunstancias, duración y demás características de la etapa terminal son imposibles de anticipar. Sin embargo, la mejor manera de establecer una estrategia y definir prioridades para ese momento es pensar en ello con antelación. Planificar para el final de la vida es una buena práctica y en particular, otorgar una voluntad anticipada permite a la persona adelantarse a los hechos y conscientemente decidir el curso de acción para cuando llegue ese momento. La VA, más que un documento o trámite, debe de ser interpretado como una estrategia de planificación para el final de la vida que responde a la pregunta sobre el tipo de tratamientos médicos que queremos recibir durante una fase terminal.  

En este blog, en el canal de YouTube, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de la planificación para el final de la vida y cómo construir un plan eficaz para ese momento.

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Final de la Vida

¿Optimismo, lucha o esperando un milagro?

Una de las realidades menos aceptadas y comentadas entre la sociedad es aquella situación que todos enfrentaremos al final de la vida. La fase final es una etapa que es tan significativa como vulnerable y la persona que la experimenta lo hará con una alta carga emocional que le dificultará tomar las decisiones y acciones que se precisan día a día. Por otro lado, esta fase no hace más que progresar con deterioro y afectará más a quien la vive y repercutirá también en quienes estén al rededor. Es una fase que se vive en familia. 

Poco se quiere hablar de una situación que provoca cambios en la integridad familiar, que genera ansiedad, desesperanza y sentido de abandono. El acompañamiento en esta fase no sólo precisa de atención médica específica al paciente, sino que también requiere de planificación, anticipación y de tomar decisiones continuas que tendrán un efecto determinante en la progresión y desenlace de la fase. Dicha previsión no llega sin la correcta reflexión y anticipación a los hechos. Si bien es imposible conocer por adelantado las circunstancias y duración de esta fase, si es posible anticipar algunas decisiones y acciones orientadas a proteger la dignidad y el bienestar de los involucrados durante este momento tan importante.

Llegado el momento, será imposible entender las implicaciones y la prognosis de la situación si nos negamos a aceptar la realidad o no mostramos interés por conocer la verdad. El enfermo tiene derecho a conocer los pormenores de su situación y también tiene deberes en cuanto a su persona y en cuanto a su familia. Negar la verdad es equivalente a decidir basados en esperanzas e informes falsos o distorsionados. En este momento no hay nada más relevante que la verdad y la aproximación objetiva a la situación. La falta de información, al autoengaño y el optimismo por sobre el realismo es lo que deriva en malas decisiones y en el deterioro de la calidad de vida del enfermo. Tener esperanza y luchar es válido, autoengañarse no. Este momento demandará de atención plena, de mente crítica y análisis objetivo. La fase final nos encarará con la complicada necesidad de hacer a un lado el optimismo para discernir entre la virtud de luchar y la necedad de estar esperando un milagro. La diferencia entre ellas solamente se puede inferir a través de la disponibilidad de información, pero sobre todo de haber hecho la reflexión y previsión anticipadas. Son tu salud, tu dignidad y tu cuerpo los que estarán en discusión. La decisión debe de ser tuya.     

En este blog, así como en el libro “morir chingón” podrás aprender más acerca de la planificación para el final de la vida, así como a construir un plan eficaz para ese momento.

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La voluntad anticipada no es Eutanasia

Cuando hablamos de Voluntad Anticipada en México, nos referimos a aquella enfocada en el derecho a una muerte digna y está prevista en la ley de Voluntad Anticipada del 2008. El primer artículo dice lo siguiente:

“La presente ley es de orden público e interés social, y tiene por objeto establecer las normas para regular el otorgamiento de la voluntad de una persona con capacidad de ejercicio, para que exprese su decisión de ser sometida o no a medios, tratamientos o procedimientos médicos que pretendan prolongar su vida cuando se encuentre en etapa terminal y, por razones médicas, sea imposible mantenerla de manera natural, protegiendo en todo momento la dignidad de la persona.”

Ahora bien ¿qué significa esto y cuál sería la diferencia con la eutanasia?

La eutanasia es una acción directa para privar de la vida a una persona y está penada en México. La voluntad anticipada se sustenta en permitir que la muerte ocurra “en su tiempo cierto” y sin prolongarla innecesariamente mediante el uso de dispositivos artificiales. En este caso, no significa abandonar al paciente, por el contrario, los profesionales de la salud están capacitados para otorgar al paciente todos los cuidados y tratamientos paliativos para disminuir el sufrimiento, pero sin alterar el curso de la enfermedad y por lo tanto el curso natural de la muerte.

Este documento podrá suscribirlo cualquier persona mayor de edad ante un Notario Público o en caso de que el interesado esté internado, ante el personal de salud correspondiente y dos testigos. Si es del interés del lector conocer más al respecto, recomendamos que analice dicha ley. También puede acercarse a cualquier Notario para esclarecer dudas y otorgar este documento. Es importante mencionar que no es necesario estar enfermo o haber sufrido un accidente para poder suscribir una voluntad anticipada. Es importante también mencionar que, en este documento, adicionalmente se expresa la voluntad de ser, o no, donador de órganos.

Vale la pena recalcar que en este documento se manifiesta la expresión libre de la voluntad y postura del otorgante ante el procedimiento a seguir en el caso de enfrentar una situación que requiera de tomar una decisión al respecto y en el eventual caso de que el otorgante se encuentre incapacitado por alguna causa para tomar por él mismo la decisión. Esto facilita a los familiares dicha decisión.

En el libro Morir Chingón se aborda este tema con mayor detalle y representa una muy buena oportunidad para aprender acerca de la etapa terminal del final de la vida y cómo poder afrontarla de una manera efectiva a través de tomar oportunamente decisiones y hacer uso de mecanismos legales disponibles.